El sector del olivar en Extremadura debe adaptarse a los nuevos tiempos para no depender en el futuro de los giros que pueda dar en el futuro la Política Agraria Comunitaria. Esta es una de las conclusiones de una tesis defendida ante la Universidad de Extremadura (UEX) que analiza de forma integral este cultivo que en la región extremeña ocupa una extensión de 260.000 hectáreas, repartidas en su mayor parte en pequeñas parcelas cuya rentabilidad actual hace peligrar su continuidad en el tiempo.

El estudio ha sido realizado por José Luis Llerena, un investigador del Centro Tecnológico Agroalimentario de Extremadura (CTAEx) que comparte su tiempo trabajando para el Departamento de Biología, Ecología y Ciencias de la Tierra de la UEX. Uno de los principales resultados indica que el tamaño medio de las parcelas dedicadas a este cultivo es de una hectárea, y que más del 80% de las explotaciones son de cinco hectáreas. Es decir, que el olivar extremeño se caracteriza por su producción en "minifundios", lo que incide negativamente en la competitividad y la rentabilidad de las explotaciones. "Las explotaciones son muy pequeñas y por si mismas no van a sobrevivir", señala el investigador.

Otro dato extraído de la tesis indica que el 95% del olivar de Extremadura es extensivo y que la media de producción se sitúa en torno a los 1.400 kilos de aceitunas por hectárea. En cuanto a la densidad de plantación, oscila entre un mínimo de 70 árboles, que se da en la zona de Tierra de Barros, y un máximo de 220, en la Sierra de Gata.

En concreto, Llerena apuesta por la búsqueda de nuevos productos derivados de la aceituna, de novedosos procesos de elaboración más respetuosos con el medio ambiente, y "acciones conjuntas de potenciación y comercialización", principalmente mediante la creación de cooperativas, como ya ocurre con las almazaras --el 53% de las 119 almazaras de la región están gestionadas por este sistema, con una capacidad de entre 1.000 y 5.000 toneladas al año--. "La única solución pasa por una apuesta en conjunto por las estructuras comerciales", señala el investigador, que también aboga por la creación de nuevos envases para la presentación del producto al consumidor. "No podemos seguir con las latas de aceitunas".

Precisamente considera este sector, el de la aceituna de mesa como el producto con mayor proyección para el olivar extremeño, por encima incluso de las posibilidades del aceite, a pesar de su excelente calidad. La razón la encuentra en las posibilidades que se abren a este producto a través de la utilización de la investigación aplicada al campo agroalimentario, mediante la selección y la caracterización de las diferentes variedades que se producen en Extremadura, y también por la apuesta que se está haciendo en otras zonas del país para la producción de aceite de oliva.

Pero para ello, es muy importante elegir la variedad de aceituna que se está plantando. Actualmente en Extremadura hay seis tipos de este cultivo. La principal es la Manzanilla de Sevilla, que ocupa el 23% de toda la producción, seguida por la Manzanilla Cacereña, con el 16,79%. Por detrás vienen la Cornicabra, con el 15,83%; la Morisca, con el 12,81%; la Verdial, 11,58%; la Picual, el 3,22%; y el Pico Limón, con el 3,14%.

La tesis otorga las mejores características, por este orden, a la Manzanilla Cacereña, a la Manzanilla Sevillana y a la Pico Limón, debido a las grandes posibilidades que ofrecen. En concreto, según este profesor de la UEx la Manzanilla Cacereña ofrece una aceituna de mesa de una gran calidad, al igual que un buen aceite, de tal forma que recomienda producir olivas de esta variedad y en aquellos años que los precios no acompañen al agricultor, se destine a la producción de aceite de oliva, que también ofrece unas buenas características.