Alange despidió ayer con emoción a Germán Pérez Burgos, el soldado de esta localidad asesinado por los talibanes en Afganistán el 24 de septiembre.

Eran las seis de la tarde cuando la familia depositaba sus cenizas en el cementerio de Alange, en el nicho en el que permanecen los restos de su madre. Fue un acto íntimo, previo a la despedida masiva que le brindó su pueblo. Media hora antes de la hora fijada para la misa la ermita de San Bartolomé ya estaba llena. Tanto que se quedó pequeña ante las centenares de personas que quisieron estar con la familia.

A la derecha del altar, su padre, su mujer, su hermana y el resto de sus familiares. Y tras ellos varios militares de uniforme de los ejércitos de Tierra y Aire. A la izquierda, las autoridades, encabezadas por el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, y el alcalde, Juan Pulido. En el centro, frente al altar, una bandera de España sobre la que reposaban dos boinas militares del paracaidista fallecido.

La misa comenzó a las siete y cinco. Un pesado silencio se hizo en la abarrotada ermita cuando entraron el arzobispo de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil, y el párroco de Alange, el conocido escritor Jesús Sánchez Adalid. Lágrimas contenidas y un silencio sólo roto por el rumor de los pájaros.

Su viuda, Esperanza Yruela, seguía la misa con la mirada perdida, a veces fijada en las boinas que tantas veces había lucido Germán. Tanto ella como la hermana y el padre de Germán aguantaban el tipo, pero tras ellos algunos de sus amigos y familiares rompían a llorar.

Las lecturas religiosas apelaron a la paz y al amor y en su homilía García Aracil destacó la "generosidad" de un hombre que entregó su vida "a la paz y a la defensa de España". Por eso, hizo un llamamiento a la "gratitud" hacia todos aquellos que, como Germán, arriesgan sus vidas "en una sociedad que lo relativiza casi todo".

Más emocionantes fueron las palabras de Sánchez Adalid, con las que Esperanza no pudo contener las lágrimas. El párroco local recordó su infancia en la localidad y la figura de su abuelo, Germán Burgos. Y tras la misa llegaron las condolencias. Primero fue el arzobispo y tras él Fernández Vara, que se fundió en un emotivo abrazo con la hermana del fallecido.

Después volvió el silencio. Descanse en paz.