TLtas alarmas se han disparado en el cine español, pues su presencia en nuestras salas ha descendido a un dramático 13,42%, por debajo de la cuota de mercado del 13,66% en el año 2000, que fue definido por nuestra Academia del Cine como "año de la crisis". Esto quiere decir que el cine español ha perdido unos 3.700.000 espectadores, a pesar de que en la programación han comparecido dos directores de tanto tirón comercial como Pedro Almodóvar, con La mala educación, y Alejandro Amenábar, con Mar adentro. Se aducen varias razones para explicar este desplome. Por una parte, la dominación de nuestro mercado por parte de la producción norteamericana, que se impone con el método coercitivo de la contratación en bloque (si usted quiere exhibir el último filme de Spielberg, tiene que llevarse también los que vienen detrás), una práctica ilegal en el mercado americano, pero que sus distribuidoras practican impunemente en nuestro país. Esto significa que un 70% de nuestra programación está dominada por EEUU: allí la programación extranjera apenas roza el 30%. Este año sus películas más taquilleras aquí han sido Shreck y Troya. A ello hay que añadir el consumo casero de películas en VHS o DVD, en la fórmula del home movie en pantalla plana, que se nos ha impuesto también en inglés. Resultado: 94 salas cerradas este año. Y hay que añadir aún la diversificación de las ofertas de ocio, desde los parques temáticos a los week-ends motorizados. Nuestra industria y nuestros gestores culturales tienen deberes pendientes.

*Escritor