Hay que remontarse a los inicios de 1900 para contar la historia de Manuel Domínguez Quijada, uno de los ancianos más longevos de Extremadura. "Nací un 31 de diciembre en Santa Cruz de Paniagua, empecé pronto a trabajar en el campo labrando con la yunta los olivos y cogiendo trigo y centeno y he vivido varias guerras". Desde que llegó al mundo, la Nochevieja de 1908, dice que prácticamente no ha parado de trabajar. "No se jubiló nunca, con más de 90 años seguía detrás de las cabras y las ovejas", dice Josefina, una de sus seis hijos.

Le gusta tomarse un vasito de vino a la hora de comer y cuando habla de su pasión por los toros, sonríe. "Me gusta verlos desde siempre", apunta. Le cuesta poner en orden las fechas de las tres guerras cercanas que ha vivido, pero recuerda que durante la batalla civil "si no fuera por Portugal muchos nos habríamos muerto de hambre. He pasado mucho". Cuenta que hizo la mili en Madrid y recuerda pasear por el centro de la capital en un carro de mulas.

Tampoco olvida que antes de casarse con su mujer tuvo una novia de varios años --prima hermana de la primera-- que sufrió una parálisis y aunque él no quería dejarla, los padres de ella se oponían a que continuara su relación. Ya casado, tuvo seis hijos, "el mayor murió", y de ahí le vienen sus quince nietos, otros tantos biznietos y cuatro tataranietos. A sus 106 años, Manuel se ha valido por sí mismo hasta hace poco, ahora necesita alguna ayuda y camina con dificultad, pero nunca ha pisado un hospital nada más que para operarse de la vista. Desde hace tres años vive en la Residencia Asistida de Cáceres, donde su familia acude a verle con asiduidad. "Es una fortuna poder tenerle con nosotros todavía", cuenta Josefina y su marido Antonio, que consideran que el campo y el vasito de vino a diario le ayudan a mantenerse bien a su edad.

Otra larga vida

En la cuarta planta de la Asistida hay otro centenario dispuesto a desgranar su larga vida, "aunque haría falta mucho tiempo", ironiza. Alejandro Moreno Aparicio cumplió el pasado octubre el siglo de vida. Nació "en la calle Pozo" de Arroyo de la Luz, cuando todavía el pueblo no se llamaba ni así. "Antes era Arroyo el Puerco". Con apenas ocho años empezó a trabajar en el campo, "ayudaba a un hombre con las cabras, hacíamos queso y todo. Cada día me pagaban una peseta". En su centenaria memoria siguen muy presentes escenas de la época más dura que le tocó vivir, la Guerra Civil. "Estaba haciendo la mili en Salamanca, tenía 40 días de permiso pero no llegué a cumplirlos porque estalló la guerra y nos llamaron". En aquellos días sufrió un percance, se le cayó una pared encima y estuvo 9 días en el hospital, al décimo volvía a estar en el frente. "Estuve en El Pinar, en Guadarrama, en Barcelona,... fui enlace para llevar los partes y también estuve de asistente con un teniente coronel que quería que me hiciera sargento, pero yo no valgo para mandar", relata.

¿Cuál es el secreto para llegar a los 100 años? "No sé, lo que Dios ha querido, he estado toda la vida en el campo, a veces sin comer ni nada y levantándome muchas noches para ver el ganado porque había muchos lobos". Mentalmente sigue activo y físicamente también. "Sigo dando mis paseos por aquí y me lavo y me visto sin ayuda". Solo se ha operado de la vista y "tiene toda su dentadura", añade Jacinta, de 71 años, una de sus dos hijos. Su pasión sigue siendo la radio, que le conecta con el exterior. "Ahora está el mundo revuelto".