Navegar ha sido, curiosamente, una aspiración histórica en Extremadura. Una rara vocación marinera de gentes de tierra adentro que al parecer se ejercitó en algunos tramos navegables del Guadiana en época romana, y por no pocos extremeños que alcanzaron las Américas desde el siglo XV. Hoy, esa vocación es factible en aguas interiores del Oeste peninsular, hasta el punto que se puede navegar bajo bandera lusa por aguas casi internacionales, o al menos fronterizas, entre las orillas de Portugal y España, del mayor lago de Europa, Alqueva, en el Alentejo.

Con una lámina de 205 kilómetros cuadrados de agua dulce y 1.160 kilómetros de costa interior, Alqueva es hoy el mayor lago de Europa, con distancias que en línea recta alcanzan los 83 kilómetros para navegación. La mayor parte se encuentra en tierras portuguesas y las colas en el Suroeste extremeño, en medio de un paraje de naturaleza de dehesa con alcornocales, encinares, olivos y viñedos. Y flanqueada por una docena de pueblos con un patrimonio único, de más de 1.550 puntos de interés cultural, histórico y natural.

Por el lado portugués están Juromenha, Monsaraz, Campinho, Amieira, Alqueva, Estrela, Aldea de la Luz --de nueva construcción para realojar a los 373 habitantes del pueblo que quedó sumergido-- y Mouráo, mientras que por el lado español están Cheles, Olivenza y Villa Real. Todos tienen embarcadero, pero los de la zona extremeña son más difíciles para navegar por el arbolado que permanece en el fondo del lago, junto con una rica muestra de grabados rupestres y molinos romanos.

Infraestructuras

De todos ellos, hay uno que cuenta con servicios e infraestructuras disponibles; es el de Amieira Marina, una iniciativa privada que se dedica al alquiler de barcos casa de 2 a 15 habitaciones con capacidad de hasta 12 personas, cruceros de 120 plazas, canoas y kayaks. Este dispone de gasolinera y amarre para cualquier tipo de embarcación privada, además de las propias, desde veleros a lanchas motoras, pasando por barcas de paseo o de pesca y pequeños yates.

Funciona desde el 2006, cuando abrió un centro de recepción y cafetería, que gestiona el alquiler y los servicios de amarre, preparación de los barcos y el catering para navegar, de embarcadero y de un restaurante panorámico con terrazas y vistas al Lago Grande . Hay también empresas que imparten cursos de esquí acuático, vela y otras actividades acuáticas. Desde su apertura han pasado 100.000 pasajeros, con una media de 30.000 a 35.000 al año, según explicó Manuel Maia, director comercial.

Los barcos propios se alquilan a familias o grupos de amigos sin tripulación, pues se pueden conducir sin necesidad de tener título de navegación, basta con una hora de formación que se imparte en el propio complejo.

Los barcos grandes suelen, además de para excursiones programadas por Amieira, alquilarse para bodas, celebraciones familiares, reuniones de amigos, convenciones, cursos de formación y, cuando se necesita, se pueden convertir en salas de baile con Dj, en discotecas flotantes.

Uno de los paseos cortos que se pueden hacer, de 10 kilómetros y una hora de duración, es desde el embarcadero hasta el muro de la presa. El turista, o el navegante, puede tomar el timón, en realidad el volante, y navegar de una forma sencilla. El piloto se ayuda con un velocímetro, un GPS que indica en todo comento la situación del barco dentro del lago respecto a su perímetro, y una sonda que muestra la orografía del fondo, la profundidad y los obstáculos que pueda haber por delante del barco.

El único peligro es embarrancar si se acerca demasiado a la orilla por un lugar inadecuado. En ese caso, se avisa al embarcadero y un equipo acude a sacar la el barco, trasladando después el coste de la operación al conductor.

Una vez en el interior del lago, el navegante de tierra adentro se encuentra rodeado de agua y de montes de dehesa con alcornoques, olivos y encinas, sorteados por el ganado y con el viento enfrente si se conduce en el puesto instalado en el techo, o se lleva abierta la luna si se está en el interior. Manuel Maia contaba cómo "cada vez que entro en el lago a navegar, se me va todo lo negro y encuentro la paz". Esa sensación se hace más intensa si se para el motor y se deja mecer el barco por el agua y el viento.

Paisaje y aves

Alqueva se convierte, desde el interior, en un lugar privilegiado para observar el paisaje y las aves del lugar: gaviotas, garzas reales, cormoranes y grullas, según la época del año. Y una vez fuera del agua, el navegante se torna senderista para entrar en la dehesa, o puede montar en bicicletas desde los embarcaderos para visitar los pueblos ribereños y disfrutar de su gastronomía y su patrimonio.

De vuelta al barco se pueden recorrer multitud de recovecos de las orillas e islotes, con cuidado de no superar la marca de un conductor que embarrancó cuatro veces en una jornada. Y sin perder de vista la navegación mirando la estela y las olas que forma el barco, dejando atrás un dolmen o un menhir con más de 5.000 años de historia. Al final se comprueba que es cierto lo que afirmaba Maia, que se va lo negro y encuentras la paz.

El ´Grande Lago´ de Alqueva se forma a raíz del cierre de compuertas de la presa, en el 2002. En contra de lo que se creía alcanzó un nivel muy alto de llenado del vaso en tres meses, pues el agua embalsada no provenía solo de la aportación del Guadiana, que también, sino de la escorrentía recibida de la extensa superficie de cerros y colinas que lo rodea.

Ello supuso una dificultad para la navegación, sobre todo en aguas de territorio extremeño, donde no se arrancaron los árboles de la zona inundable y quedaron sumergidos. No obstante, ese primer tramo del lago, muy estrecho, lo señala Manuel Maia como "el más hermoso para navegar porque vas sorteando árboles de ambas orillas". Esta circunstancia ha hecho que los embarcaderos de Cheles, Olivenza y Villa Real no sean seguros.

El complejo Amieira se ubica en una región con poblaciones muy distantes y poco habitadas, por lo que mantienen un estado de conservación de sus patrimonios realmente envidiables. Si bien, se encuentra en el centro de un círculo de un radio de tres horas y media con más de cuatro millones de personas --tres en España--.

A la infraestructura ya habilitada habrá que añadir la construcción de un hotel en una tercera fase por ahora parada debido a la crisis, aunque la flota de barcos casa son ya en sí el mayor hotel de la región, con 43 habitaciones en total. No obstante, se puede dormir en tierra firme en algunos de los pueblos ribereños que deben ser objeto de una visita, sobre todo, Olivenza, Mouráo y Monsaraz.

Sesenta personas habitan el pueblo fortificación de Monsaraz, en el punto más elevado de la región y desde cuyo castillo del siglo XIII y murallas Vauban del XVII se tiene una vista panorámica de todo del lago. Se asienta sobre el monte Xaras, a 45 kilómetros de la cola del embalse y a 43 de la presa, justo enfrente de Mouráo --en la otra orilla--, rodeado de dehesa, olivares y viñedos sobre todo hacia el Oeste. No el vano es una rica zona vinatera, pues el Alentejo produce el 20% del vino en Portugal.

Una vez en Monsaraz, de calles empedradas y limpias, se puede visitar el castillo, recorrer la muralla fortificada con sus cuatro puertas, una iglesia del siglo XIV de planta cuadrangular, el Museo Sacro con un fresco sobre la justicia divina y la humana también del XIV, o la Casa del Tribunal de la Inquisición, que guarda los nombres de 2.000 personas personas quemadas por el Santo Oficio.

Y como hito contemporáneo, Casa Pinto, con cinco habitaciones ambientadas cada una en una colonia portuguesa, que regenta el pintor Gilberto, que ha logrado una rehabilitación y decoración interior de ensueño.