Ya nada será igual en Extremadura. Pase lo que pase en mayo, vuelva a ganar Monago las elecciones como indican todas las encuestas o pacten PSOE y Podemos para devolver a Vara al poder, la región ya no será la misma. Estos cuatro años habrán merecido la pena sólo por lo que ocurrió el jueves en nuestra región. Fue el día que asistimos a la defunción oficial del antiguo régimen político, el que ha pilotado esta región, con mayor o menor acierto según cada cual, pero con los desvaríos propios de quien gobierna casi 30 años de forma continuada y establece una red clientelar a derecha y a izquierda que le asegura, salvo milagro (léase ZP), la continuidad de un régimen que pasa de generación en generación.

Ocurre en Andalucía (quien crea que aquí hemos estado lejos de esa grabación que se le hizo a una alto cargo donde exigía a sus trabajadores del sector público no sólo que votaran al PSOE sino que hicieran campaña es que no ha conocido esta tierra años atrás), pero también en Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana, etcétera.

Por eso, independientemente, insisto, de los próximas elecciones, ya nada será igual en Extremadura. Será imposible que nadie recupere la forma en la que se hacían las cosas hasta 2011. Por encima de gustos y fobias, preferencias o antipatías, estarán conmigo en que el órdago planteado por Monago y su gobierno en la regulación de los cursos de formación supone un auténtico terremoto en la línea de flotación del sistema, el verdadero sistema. Quién no ha escuchado hablar o asistido, incluso, a uno de esos cursos, de los auténticos 'cachondeos' que realmente representan, que no cumplen su labor y que sólo sirven de fuente de financiación de todos los que participaban en ellos; aquí, en Andalucía, en Madrid y en donde quieran que se den, en mayor o menor medida económica. Y se ha hecho la vista gorda siempre. Hasta el jueves. La nueva política hizo saltar por los aires el pasado, los vicios adquiridos como derechos.

Aquí, la única diferencia estribaba en tomar la decisión de mirar para otro lado, hacerse el tonto, no crearse enemigos y continuar con el sistema establecido para no meterse en problemas hasta que llegue, si es que llega algún día, un juez (o jueza en Andalucía) que rompa la baraja, o por el contrario acabar con unos privilegios vergonzosos que representaban la verdadera y real 'casta'. Que encima, de manera inédita en nuestro país, sea un gobierno el que da el paso de hacer frente a esta corrupción tan asentada, que hasta formaba parte del paisaje, es realmente tan sorprendente como elogiable. Porque lo peor, por encima de las cantidades económicas supuestamente estafadas (más de tres millones al año no son ninguna tontería), no es precisamente la cuestión crematística sino fuera asumido por todo el mundo con naturalidad, como un derecho intocable.

Deja sin ningún argumento Monago, además, a todos aquellos que podrían afearle un supuesto ataque a la 'clase represante trabajadora' si la denuncia se hubiera hecho sólo con los sindicatos. Pero el órdago es de tal calibre que, encima, pone hasta por delante (por los datos aportados por la autoría externa) a la propia Confederación de Empresarios que, ramificaciones aparte en Cáceres y Plasencia (al parecer sobre todo aquí las irregularidades), tiene su núcleo fundalmente de operaciones la ciudad de Badajoz, con todo lo que eso significa para un presidente que ha nacido, se ha criado, ha estudiado y se ha desarrollado laboral y políticamente allí. Y la cúpula que la forma y la ha formado durante años no es precisamente un votante natural de izquierdas. Y en lo personal, hasta con alguno se ha sentado hace años en algún pupitre escolar. Así que, en definitiva, no nos encontramos ante un ataque ideológico cercano a las elecciones porque desde ese prisma --insisto que para mí el menos importante-- es seriamente dudoso que las consecuencias del 'terremoto' le dé siquiera un solo voto al PP. En todo caso, al afectar el 'bombazo' a diestro y siniestro, si evaluamos a un posible beneficiario, no dudo de que en todo caso sería Podemos el que recogiera las nueces al derribarse, y de qué manera, el árbol, al llegarse a la conclusión de que todos (patronal y sindicatos) son iguales. Por eso, quien se quede en la miopía de buscar una rentabilidad electoral al movimiento del presidente extremeño perderá realmente el significado real de lo que aquí está en juego. Y no lo está, por muy importante que sea, un sillón para gobernar cuatro años más o menos. Lo que aquí está en juego, o estaba hasta el jueves --porque ya ha saltado por los aires-- es la continuidad del sistema de fondo, el de aquellos que se benefician del poder gobierne quien gobierne, de aquellos que desean que, aunque cambien los actores, las estructuras, las cañerías, no lo hagan. A lo largo de esta legislatura nos podrán gustar unas medidas más que otras de las muchas que ha tomado Monago, pero lo que nunca le podremos ya reprochar es que su paso por el gobierno al menos significó que se abrieran las ventanas de una Extremadura en la que ya no se podía respirar en el 2011. Con la decisión del jueves, Monago ha abierto en canal un sistema elefantístico, ha derribado una puerta que nadie se había atrevido y, aunque no sabremos las consecuencias políticas que tendrá para él y su gobierno, de lo que no me cabe ninguna duda es que ha marcado un punto de inflexión en la historia de Extremadura.

Porque es eso, y no un mero cambio de sillones, ¡lo que significa la alternacia política, precisamente eso! El poner el reloj a cero, el intentar sanear lo que se fue pudriendo durante 30 años, el no acomodarse a un sistema para terminar siendo cómplice de sus artimañas y ser devorado por las garrapatas que sobreviven, y cómo sobrevivían, en él...