Ana Martínez Naharro no lleva bata blanca. En Londres no la necesita. La extremeña estudió medicina en Badajoz pero la ambición la llevó a cruzar el charco en cuanto acabó los años de residencia que deben cumplir los licenciados. Literalmente la profesión le corre por las venas. Los esfuerzos de su padre, cardiólogo, para que su hija se alejara del mismo camino que había elegido él fueron en vano. Fue así como la joven calcó la disciplina que su antecesor y se especializó en el Hospital Infanta Cristina.

Durante este tiempo, Ana encontró su interés en un área escasa en Extremadura y en España: la resonancia magnética cardíaca, una técnica que ayuda a detectar enfermedades que afectan al corazón. De este modo, logró una beca de tres meses en la Sociedad Española de Cardiología en el hospital Ramón y Cajal y emprendió su vuelo al Reino Unido. Primero en el prestigioso Royal Brompton Hospital y el Barts Hospital. Ahora compagina su trabajo en el Centro Nacional de Amiloidosis en el Royal Free Hospital y cursa el doctorado en el University College London y parece que 2017 es su año.

Justo hace un mes ha sido galardonada en uno de los congresos más importantes en su disciplina en Europa. El EuroCMR reconoció la suya como la mejor comunicación oral. Este año también fue finalista para el premio al joven investigador en el congreso mundial organizado por la Society of Cardiovascular MRI en Washington y se alzó con el tercer premio en el British Society of Cardiovascular en Manchester.

Todos estos éxitos se centran en una línea. La joven atiende a este diario y con humildad impropia de alguien que tiene en sus manos el futuro de las próximas generaciones. En su caso, su estudio se centra en los efectos de la técnica en la que es especialista en la amiloidosis, una enfermedad aún sin cura que afecta a los tejidos del corazón. Su propósito es trabajar en el tratamiento y en un futuro en el diseño de un medicamento curativo. Para ello dedica la mitad de su tiempo en el laboratorio.

Desde 2016 compagina un contrato de un 50% investigación y un 50% casos clínicos, es decir, atención a pacientes. «Realizo estudios de resonancia magnética cardíaca para los pacientes e investigo nuevas técnicas en pacientes con amiloidosis», pone de manifiesto. Cobra por pasar consulta y por sus aportaciones a la ciencia, un tipo de contrato es «impensable» en España. «Te levantas, pasas consulta y luego en tu tiempo libre investigas por tu cuenta y no te pagan», lamenta sobre la situación de la investigación en el país.

Aunque reconoce que en Londres no ha coincidido con muchos extremeños, en los congresos recibe las quejas de los compañeros que ejercen la misma labor que ella pero en el país. «Tienes suerte», está acostumbrada a escuchar. En ese sentido, la joven reivindica la importancia de la ciencia y del trabajo de los investigadores. «Sin investigación no se puede avanzar», sostiene tajante y reclama que esta sentencia es aplicable a todos los ámbitos, no solo a la medicina, como es su caso.

Cuando atiende a este diario pasa unos días en España, pero regresará a Londres. ¿Algún día piensa volver a España a ejercer? Confiesa que «le encantaría», pero asume los contras. «Me gustaría ejercer en mi país y por supuesto en Extremadura, para proporcionar a los extremeños de los avances de la resonancia magnética cardiaca» -en Extremadura solo ha dos equipos que realizan esta prueba en Badajoz y en Don Benito-, aunque confiesa que «es difícil». Su marido, al que conoció en Reino Unido, ejerce en un hospital cercano. Echa de menos a su familia, a sus amigos, a Badajoz, pero la posibilidad de encontrar unas condiciones laborales similares son remotas. Ahora su objetivo más próximo es acabar el doctorado y seguir trabajando y quién sabe.