El actor interpreta a un novelista maduro en crisis enamorado de una joven de 26 años en ´La mujer que se parecía a Marilyn´, de Eduardo Galán, que se presenta en Plasencia

El coche de Antonio Valero pasa la ITV sin problemas. El actor se disculpa un momento por teléfono, mientras firma la conformidad antes de recoger el vehículo, y prosigue la entrevista. Hoy estará en Plasencia con La mujer que se parecía a Marilyn , que protagoniza y dirige (por primera vez en su trayectoria). A él le acompañan María Luisa San José, Isabel Avoy y Alejandro Arestegui. Valero, popular por sus papeles en las series Médico de familia y Cuéntame , tiene a sus espaldas una solvente carrera en el cine y el teatro

--¿Qué tal se ha dirigido?

--Es un poco extraño. Hacer las dos cosas, actuar y dirigir, es complicado; pero tenía un buen ayudante que me decía lo que hacía mal. Y para dirigirme, bueno, yo ya soy un veterano y entiendo mejor los personajes.

--¿Qué hace que hombres mayores se enamoren de jóvenes?

--Yo veo aquí una diferencia entre el deseo y el amor, como comerte una fresa y plantarla. Desear es fácil; pero un hombre mayor enamorado es un problema, es algo que asusta; somos más inhábiles, mientras que ellas se entregan al amor.

--¿Usted ha pasado las supuestas crisis de los hombres (a los 30, a los 40, a los 50)?

--Ahora sólo hay la de los 50, en la que me encuentro, y estoy hasta la coronilla. Llevo medio siglo en la profesión de actor y veo ahora la diferencia que hay con los jóvenes, con su empuje, su vitalidad. Y claro, físicamente también se nota. Recuerdo que hace unos diez años hice un monólogo en El Club de la Comedia sobre en qué se notaba que somos mayores. Entonces me costaba entenderlo; hoy, no.

--En este montaje, Marilyn no aparece.

--No, es una metáfora de la mujer idealizada. Ella fue un mito erótico para muchas generaciones y cuando hoy se la ve en la pantalla te das cuenta de la fuerte carga sexual que tiene. En la obra alude a la novela que el escritor y la joven escriben. El título hace referencia a una mujer a la que el novelista amó en el pasado y que tenía cierto parecido con Marilyn.

--Parece usted un actor razonable, alguien en quien confiar.

--Pues es curioso, porque cuando he hecho películas en el extranjero siempre me han cogido para papeles de malos, mientras que en España, es cierto, he hecho papeles de bueno, salvo alguna excepción como la obra de teatro Defensa de dama , que hice con Ana Belén en La Abadía, y donde interpretaba a un maltratador. Y también es cierto que personalmente, aguanto que los demás me cuenten sus historias.

--¿La trayectoria de un actor es también su retrato como persona?

--No tanto, porque uno no puede elegir siempre, así que a veces no te queda más remedio que escoger lo que te ofrecen. Pero si miro mi trayectoria, he trabajado con el Teatro Lliure, con Els Joglars, con directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Mario Camus o Vicente Aranda. Todos ellos son nombres que denotan una sensibilidad y una ética artística.