Durante semanas, la historia de supervivencia de los 33 mineros atrapados a 700 metros bajo tierra en Chile ha concentrado los focos informativos y la atención de millones de personas de todo el mundo. Y mientras eso ocurría, a más de 10.000 kilómetros de distancia, en Extremadura, 1.500 compañeros de profesión han seguido trabajando para mantener activo un sector, el de la minería, que, tras vivir su momento de máximo explendor a mediados del siglo XX, recobra hoy su importancia dentro de la economía regional de la mano de la extracción de granitos o pizarra.

La posibilidad de que un episodio como el de Chile se produzca en Extremadura es prácticamente nula. Ninguna de las 230 explotaciones mineras activas en la comunidad autónoma realiza extracciones bajo suelo. Por tanto, no hay trabajadores y operarios expuestos a derrumbes de pozos y galerías. Todos los yacimientos son en superficie, al aire libre, a cielo abierto.

"Es un sector de mucho riesgo, con bastantes accidentes", explica Mateo Guerra, secretario general de la Federación de la Construcción, Madera y Afines de CCOO en Extremadura. Aplastamientos, cortes y lesiones musculares y oseas por el sobresfuerzo están entre los motivos de baja laboral más frecuentes. "Las condiciones de seguridad laboral, en general, son adecuadas, aunque algunas empresas están suavizando su aplicación ante la crisis", advierte Guerra. Pero el gran coco del sector sigue siendo la silicosis, una enfermedad que afecta a los pulmones, dificulta la respiración e incluso puede causar la muerte. Está originada por la inhalación prolongada de compuestos químicos que contienen sílice --la sílice cristalina es un componente de la tierra, la arena, el granito y muchos otros minerales, como el cuarzo-- y su relevancia como enfermedad profesional es tal que el convenio especial de la minería fija incrementos salariales de hasta un 20% para los trabajadores expuestos a estas sustancias.

El sueldo medio del minero extremeño ronda los 1.000 euros al mes, más el plus de seguridad (unos 200 euros más), y su jornada laboral es de lunes a viernes, como en la construcción. De hecho, esa es una de las peculiaridades de la minería actual: el sector funciona con arreglo al convenio de la construcción. El yacimiento de Aguablanca, en Monesterio, es la única excepción, al contar con un convenio colectivo propio --cuya revisión está en negociación y originó una huelga en agosto--, explica Melitón Rodríguez, secretario regional de la Federación de Industria de CCOO.

Níquel y cobre

La de Aguablanca es la única explotación dedicada a la obtención de minerales metálicos en Extremadura. Principalmente se dedica a la extracción de níquel y cobre, aunque también otros subproductos como oro, platínidos y cobalto. El año pasado salieron de sus canteras cerca de 119.000 toneladas vendibles de concentrado de niquel y cobre (aunque su producción bruta es de 1,7 millones de toneladas), con un valor aproximado de 91,5 millones de euros. Su destino, principalmente, es China, donde se procesa para la fabricación de acero inoxidable. La planta es propiedad de la compañía Río Narcea, radicada en Asturias, y en ella trabajan unos 170 trabajadores, más otros 150 en empresas auxiliares. El yacimiento se explota a cielo abierto, aunque "en un futuro llegará a ser subterráneo", advierte Carlos Alcalde Molero, geólogo de la Consejería de Industria, Energía y Medio Ambiente.

El resto de la actividad minera en la región se concentra en torno a la industria extractiva de áridos y rocas ornamentales. De las primeras hay 101 explotaciones, que generan más de 7,5 millones de toneladas de áridos cada año, con un volumen de negocio de 66 millones de euros. Las principales están junto a los ríos Guadiana, Búrdalo, Zújar, Ruecas, Alagón, Jerte y Tietar, para el aprovechamiento de arenas y gravas; y en las cercanías de Cáceres, Mérida, Torremayor, Los Santos de Maimona y Alconera, para el uso de calizas y dolomías.

Extremadura "representa una verdadera potencia industrial" en el sector de las rocas ornamentales: principalmente granito y pizarra --advierte Carlos Alcalde--. Hay 100 yacimientos activos. Los más relevantes son: las canteras de granito de Quintana de la Serena, Trujillo y Garrovillas, y las de pizarra de Villar del Rey y Ladrillar. Entre todas suman una producción bruta anual de 1,3 millones de toneladas, con un valor comercial de 43 millones de euros. A esto hay que añadir las actividades relacionadas con minerales industriales (feldespato en Acehuche, caliza en Alconera y arcilla en Villanueva de la Serena).

La actividad, por tanto, lejos de afrontar su ocaso, está revitalizándose. De hecho, en los últimos años "hay un importante repunte de la actividad de exploración minera". Así, se está investigando la franja suroeste y sur de la provincia de Badajoz con para encontrar yacimientos de niquel similares al de Aguablanca, y zonas de Los Ibores y el entorno de Cáceres para estudiar las reservas de uranio.