Experto en heráldica y vexilología

Todo lo concerniente al nacimiento, creación y justificación histórica de la bandera de Extremadura se encuentra envuelto en una nebulosa serie de contradicciones, que ponen de manifiesto la falta de una concienciación masiva en la población, hasta tiempos recientes, acerca de lo que constituyen las peculiaridades históricas, culturales, económicas y sociales, entre otras, que conforman la esencia y la personalidad de nuestra región, de lo extremeño, en lo que es diferente de las demás. Por otro lado, fue poca la importancia que se dio a estos símbolos en los primeros años de la transición democrática que sucedieron a la muerte del general Franco, precisamente por esa falta de concienciación de nuestras señas identificativas que reseñábamos anteriormente.

Recuerdo, yo que viví en Cataluña ocho años, entre ellos los últimos años hasta la muerte del dictador y el primer año de la transición, que me causaba admiración ver cómo los catalanes, vascos y otros habitantes de las entonces regiones (hoy comunidades autónomas) del norte España enarbolaran en actos y en manifestaciones --permitidas o no por el agonizante régimen-- sus banderas propias, algunas multiseculares, como es el caso de señera de Cataluña, y de que estos pueblos tuvieran una concepción de su personalidad regional tan acusada, tan manifiesta y tan clara; y que nosotros, en Extremadura, no nos habíamos planteado aún la necesidad de utilizar un símbolo regional propio, que nos identificara y que nos diferenciara de todos los demás pueblos, y bajo cuyos colores nos sintiéramos todos unidos y representados.

Esta conciencia de nuestra singularidad se iría generando paulatinamente conforme el ciudadano extremeño fue saliendo de su aislamiento y estrenando cultura y libertad.

Son varias las versiones que procuran dar una explicación racional, y a veces tergiversada, al nacimiento de la bandera extremeña, enmascarando la realidad de los hechos, que se resumen en nuestra falta clara de concienciación regional, cuando todo el fenómeno se debió a varias circunstancias aleatorias.

La política

Por unos, se pretende adscribir el nacimiento de este símbolo vinculándolo a ciertos partidos políticos que habían aparecido tras la muerte del general Franco, tales como el desaparecido PSP, del que, se comenta, dio dos mítines, uno en Oliva de la Frontera a mediados del año 1976, y otro en el instituto El Brocense, de Cáceres, en diciembre de ese mismo año, donde enarbolaron, entre otras varias, unas banderas verde, blanca y negra, a franjas horizontales, la blanca doble que las otras dos. Otro partido el AREX, también desaparecido, ondeaba en sus mítines banderas de color verde y amarillo.

Durante el primer trimestre de 1977, los partidos políticos comienzan a sentir la necesidad de utilizar una bandera que identificara a la región, y es por ello por lo que el Partido Comunista de Extremadura utilizó en algunos de sus mítines una bandera marrón, verde y azul.

Otros compusieron la pretendida enseña regional con diversos colores, pero todo ello realizado de una manera partidista, esporádica y mitinera, en actos que nada tenían de carácter oficial y, sobre todo, sin ningún tipo de calado afectivo en la masa poblacional de nuestra región.

El nacimiento

Pero años antes, sucedió un hecho de carácter deportivo que fue el detonante que despertó súbitamente la conciencia popular latente y durante siglos aletargada, haciendo ver al extremeño común la necesidad --y la importancia-- que tenía utilizar un símbolo, una bandera que representara a la región de Extremadura, (anotamos que aún no existía la comunidad autónoma extremeña, que nacería con la Ley Orgánica de 25 de febrero de 1983) cuya carencia no se había hecho notar hasta aquellos momentos.

El año clave del nacimiento de la bandera extremeña fue 1973, en el que se celebró el Campeonato Nacional de España de Fútbol Aficionado, en donde participó el Club Deportivo Cacereño, que llegó a disputar la final de este torneo con un equipo del País Vasco, concretamente contra el Anaitasuna, de Azcoitia. El partido de celebró a doble vuelta.

El primer partido tuvo lugar en Cáceres, el día 1 de julio de 1973, y la ciudad se vio invadida por una multitud de aficionados vascos portando sus señas de identidad, conmoviendo nuestras calles y otros lugares (bares, restauran

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