Hace tiempo que la mafia en Nápoles ha hecho de la basura un verdadero negocio. Dentro de la inmundicia, entre los fosos de desperdicios de la región de la Campania, se esconden incesantemente secretos de Estado. Una retahíla de apologías berlusconianas de leyes mordaza contra los medios de comunicación y un mar de basura de residuos tóxicos. Esto funciona así por dos razones, la manipulación política y la hegemonía de la Camorra en la política manipuladora. Esta última compra terrenos en el campo para depositar la porquería, terrenos que el Estado italiano compra después por un precio más alto. Si no se permite el control a estos eco-mafiosos, las ciudades se colapsan y las ratas, con cara de empresario lucrativo, ponen en jaque al ciudadano. Este engranaje se extiende por medio mundo arropado, en cierta manera, porque los negocios sucios son asuntos de familia . Y sabe bien san Gennaro que no pretendo parangonar lo que sucede en estas regiones con Extremadura. Seguramente privatizar la basura suponga establecer un plan de futuro para el urbanismo de la localidad de turno. Y en Badajoz, por poner ejemplo, el ayuntamiento ha asumido desligarse de este sector cediendo la actuación de esta parte de la limpieza a una empresa privada. Un proceso que necesita tiempo y muchos pagarés que barrer. Tiempo y paciencia que los impuestos locales no tienen, un gravamen que no entiende de demoras ni de ciudadanos sin nada que tirar al cubo de basura. Aquí no existe la mafia y la peste negra era cosa del medievo. Ahora el proceso de reconversión y adaptación de esta recogida necesitará un reloj de arena para evitar los vía crucis de contenedores de todos los colores y formas posibles. Evitar el peregrinaje oficial, al que atávicamente nos adaptamos de manera portentosa sin que nadie rinda cuentas, también parte de nuestra actitud. Es vital la educación del ciudadano para mantener las ciudades limpias. Y es que no queda tan lejos, también en el país trasalpino, de la creación de la cloaca máxima, cuando los etruscos la diseñaron para canalizar la suciedad sin saber que también funciona para enterrar los trapos sucios. Y entre las ofertas que no podremos rechazar, esperemos que no tengamos que llegar a comprar aire para respirar, ni privatizar el puro, que seguramente cueste mucho más.