Como todos los sábados, muchas familias extremeñas cumplieron ayer con el ritual de hacer la compra. En su mayoría, es de suponer, todos sus miembros son personas más o menos preocupadas por el futuro medioambiental del planeta y todas podrían citar al menos una medida para reducir la huella ecológica .

Cojamos 20 de estas familias al azar. Se calcula que entre todas cargaron sus compras en 130 bolsas de plástico, aparentemente de coste cero. De estas bolsas, solo 13 (un escaso 10%) irán al contenedor amarillo. Siendo generosos, 65 serán reutilizadas como bolsa de basura y acabarán en un vertedero con el resto de desechos. La mitad se destinan a este uso. Nos sobran 52, que después de deambular un lapso de tiempo más o menos largo por la cocina serán lanzadas con el resto de la basura.

450 años de vida

Las bolsas, elaboradas con derivados del petróleo, pueden tardar en descomponerse hasta 450 años. Por mucho que aumente la longevidad del ser humano, las que recogieron ayer nuestras 20 familias sobrevivirán a padres e hijos, así como a sus nietos y bisnietos. Algunas se sumarán, por lustros, al continente de plásticos del tamaño de Estados Unidos que flota en el Pacífico y que hace unas semanas pudo verse en la televisión.

El plástico, ya no hay duda, es un problema. Y no es sencillo resolverlo. Se plantean tres posturas: la prohibición, que China pondrá en marcha el 1 de junio y Australia plantea para antes del 2009; la aplicación de un impuesto sobre cada bolsa, una ecotasa, como en Irlanda; y los acuerdos voluntarios con los comercios para reducir la distribución. Estos pactos se han materializado en campañas de algunas cadenas de supermercados, pero su impacto ha sido discreto, ya que depende de la conciencia ecológica del comprador.

El Ministerio de Medio Ambiente elaboró un borrador en febrero del 2007 que optaba por los acuerdos voluntarios con las superficies comerciales para implantar las bolsas biodegradables antes del 2015. El texto que circula por los despachos plantea reducir el consumo de bolsas de un solo uso a la mitad en el 2009 y prohibirlas totalmente en el 2010.

En la región, aún no hay muchas voces que se hayan alzado contra esta cuestión. Sin embargo, la principal organización ecologista de la región, Adenex (Asociación por la Defensa de la Naturaleza de Extremadura), lleva ya varios años trabajando en este tema, sobre el que se muestran muy sensibilizados. Sus esfuerzos van sobre todo dirigidos a reducir el consumo ya que, según explica el coordinador general de Adenex, Jesús Valiente, "no nos impresionan las cifras de reciclado, porque si se recicla mucho es porque se consume mucho".

Para Valiente, no aceptar bolsas de plástico es un buen ejemplo de "lo sencillo que es reducir el consumo y cuidar el medioambiente, pero en la mayoría de los supermercados si no coges la bolsa te miran raro". Algo que no ocurre, sigue, "en los establecimientos que cobran las bolsas; aunque no sea la mejor solución al menos la gente ya no las utiliza de forma irracional".

No es la única iniciativa de las cadenas de hipermercados que operan en Extremadura. Una de las más importantes, Carrefour, ofrece desde el 2004 la posibilidad de usar bolsas reutilizables "sin coste para el cliente". Aparte de la bolsa tradicional, el cliente puede optar por otras reutilizables, que le cuestan un euro "pero después, cuando se rompen, se cambian de forma gratuita", explican desde la empresa, que destaca la buena aceptación de la campaña.

El problema es que la efectividad de estas acciones dependen de la voluntad del cliente, que en muchos casos ni siquiera conoce las iniciativas. Por ello, algunas organizaciones abogan por el establecimiento de un pago por bolsa, como el que hace ya más de seis años se fijó en Irlanda.

La plas-tax irlandesa se aplicó en enero del 2002 y en el primer mes redujo el consumo de bolsas de plástico en un 87%. Al cabo de unos meses los números se relajaron y se elevó el impuesto de 15 a 22 céntimos. Hoy salir de un súper irlandés con bolsas de plástico depara miradas de reproche.

Pero toda verdad tiene dos caras. Los productores de plástico se sienten acosados por la mala prensa que se está generalizando sobre las bolsas de un solo uso. Recuerdan que España es el tercer consumidor de Europa de estos productos, pero también que es el primer productor. La prohibición de la bolsa, por tanto, implicaría la pérdida de numerosos puestos de trabajo. Asociaciones como Ciclopast o la Confederación de Empresarios del Plástico (Anaip) apuestan por la reutilización y el reciclaje.

"Con una bolsa se pueden hacer nuevas bolsas y fabricar otros productos. El problema es que no se reciclan. Si vaciáramos un contenedor amarillo creo que encontraríamos muy pocas bolsas", explica el ingeniero Ramon Olivé, técnico del Centro Español del Plástico, asociación fundada en 1953 y que agrupa a 300 empresas del sector. Las bolsas biodegradables, por otra parte, pueden hacer que aumente el precio de algunos alimentos. Los biocarburantes ya aumentaron el precio de los cereales.