La sobriedad de la Semana Santa cacereña volvió ayer a las calles a hombros de la hermandad del Cristo de las Batallas --orden y silencio--, que celebró un desfile muy emotivo al cumplirse el 50 aniversario de su imagen titular, fiel copia de la talla abulense que portaban los Reyes Católicos en sus campañas. El órgano de Santa María se unió al homenaje para acompañar la salida del paso. Previamente, los seis cofrades que refundaron la hermandad en 1985 recibieron el reconocimiento de la directiva.

Fue creada por mutilados de la guerra civil y siempre se distinguió por su austeridad. Ayer, como hace medio siglo, abrió la comitiva el Cristo de las Batallas sobre un manto de 265 docenas de claveles amarillos, colocados por los más pequeños. Una escuadra de gastadores del Cimov escoltó los tres pasos, fruto del origen castrense de la hermandad. El propio coronel jefe, Domínguez Valor, presidió el desfile junto al mayordomo y participó en los dos homenajes del recorrido a la escultura de los cofrades y a La Navera en su arco de Santa Ana.

La banda de Las Batallas también brindó a la saetera fallecida uno de los reconocimientos más cálidos, con una poesía escrita por los jóvenes, un ramo de flores y la popular saeta de Serrat.

Detrás marchaba el segundo paso de la hermandad, el Cristo del Refugio, un bello crucificado del XVIII de gran tamaño, sacado del olvido de un trastero de San Francisco en 1990. Cerraba la comitiva María Santísima de los Dolores, dulce talla castellana del XVIII vinculada a los Mayoralgo hasta los 80. La imagen iba acompañada de la nueva asociación de mantillas cacereñas, que se estrenó tras la suspensión del desfile de la Misericordia.