Las previsiones a mitad de campaña no eran buenas y al final se han cumplido las espectativas. La producción de corcho de este año en Extremadura ha sido de 18.000 toneladas, lo que supone un descenso del 25 por ciento con respecto al potencial de Extremadura. Esto se traduce en que 5.000 toneladas de corcho esperarán a ser cosechadas de los alcornocales de la región al menos hasta la próxima campaña, debido fundamentalmente a la falta de compradores. Al no haber contratos para la totalidad de la producción de este año, ni siquiera se ha procedido a la saca de esta parte del corcho debido al alto coste que tiene la extracción en algunas zonas con una orografía complicada.

Las consecuencias para el sector no serán buenas, teniendo en cuenta que esta reducción constituye una importante merma para las cuentas de los empresarios. En el lado positivo, sin embargo, se encontrarán el año que viene con un corcho de mejor calidad y calibre al permanecer más tiempo en el árbol.

Las razones que explican este descenso en la demanda de corcho no solo afectan a Extremadura, sino a todo el mundo, ya que el principal destino de este producto, la fabricación de tapones para las botellas de vino, está cambiando en los últimos años. La aparición de otros materiales para hacer tapones, que son más baratos aunque de menor calidad para conservar intactas las propiedades del vino, está mermando las ventas de corcho en el mundo entero.

El director del Instituto del Corcho, la Madera y el Carbón de Extremadura (Iprocor), Miguel Elena, señala que el descenso en las ventas ha generado "una sensación negativa en el sector" debido a que el "tapón de corcho está perdiendo mercado", indica en declaraciones a Efe. Hace tan solo una década, en los años 90, el uso de este material alcanzaba el 92% de un mercado mundial de 15.000 millones de botellas de vino al año. Sin embargo, esta cifra se ha venido reduciendo hasta llegar al actual 75%.

En esta reducción tiene mucho que ver el estancamiento actual en el que se encuentra el mercado del vino tradicional que se produce en la Unión Europea, frente a la expansión de un nuevo modelo que encabezan Australia y los países asiáticos "sin tradición, ni conocimientos técnicos del mundo del vino", a los que no les importa beber el vino en lata o brik o que no esté taponado con corcho, señala Elena. Son estos productores los que están imponiendo alternativas al corcho, como pueden ser los tapones a rosca y los de silicona.

Los productores de Portugal, principal país productor con 900.000 hectáreas dedicadas al corcho, no se han librado de estas consecuencias. Los portugueses también dejarán de comercializar este año un 25% de su potencial productivo, si bien en el país vecino sí han procedido a la saca y ahora las planchas de corcho se apilan en las fincas.