Cambiarse de compañía eléctrica no trae cuenta para una familia extremeña, a pesar de que desde el pasado 1 de enero cualquier consumidor español --independientemente de su volumen de consumo-- puede elegir el suministrador que desee y de que se trata de una operación sin coste alguno para el cliente.

Extremadura --que consume el 1,8% de la energía del país-- suma más de 500.000 clientes. El negocio consta de cuatro fases consecutivas: generación, transporte, distribución y comercialización.

En teoría, un cliente doméstico de la región puede cambiarse de Iberdrola a Endesa o de Endesa a Pitarch, pero en el mejor de los casos la nueva oferta --si es que existe-- va a suponerle una rebaja anual en la factura de la luz que puede oscilar entre los 6 y los 12 euros (entre 1.000 y unas 2.000 pesetas aproximadamente), explica Eugenio Manzano, presidente de Energía de Miajadas y del colectivo que engloba a los 22 pequeños distribuidores extremeños de electricidad que se reparten el mercado que no tienen Endesa e Iberdrola.

Las compañías son reacias a dar cifras de clientes perdidos, pero las estimaciones del sector apuntan a que no más de un 1% de los abonados domésticos han ejercido su condición de cualificados, esto es, elegir su suministrador.

¿Cuál es el motivo de que las eléctricas no luchen por conseguir nuevos clientes? Pues, sencillamente que no tienen margen que poder ofrecerles. El cliente tiene dos posibilidades: seguir con su empresa distribuidora de toda la vida (ver gráfico) pagando por el kilovatio la tarifa que fija el Gobierno o pasarse al mercado y buscar ofertas de nuevos comercializadores. Desde mediados de la pasada década las tarifas han bajado espectacularmente. Este hecho ha beneficiado a los consumidores pero perjudica a las eléctricas, que no tienen margen adicional para hacer nuevas rebajas y captar clientela doméstica.

El bajo consumo de las familias --en comparación con una gran empresa-- hace que, aunque un nuevo comercializador energético mejore ligeramente la oferta del anterior, el cambio va a suponer un ahorro apenas perceptible. No sucede lo mismo con los grandes consumidores de energía (una acería, por ejemplo), que sí tienen capacidad para presionar a su compañía para lograr la electricidad más barata.

El precio de la electricidad está regulado para garantizar que, al tratarse de un bien de primerísima necesidad, llegue a todos los puntos de España al mismo coste. Desde la patronal Unesa, que agrupa a las principales eléctricas del país, se apunta que el consumidor doméstico tardará años aún en percibir un ahorro por el incremento de la competencia. Y añaden que la vía para conseguir una rebaja de la factura es la concentración de la demanda, es decir, que los clientes se agrupen.

Ejemplo: una compañía se ríe del cliente del 5º D que va a pedirle una rebaja del precio del kilovatio con la amenaza de irse a la competencia. Pero si son los cien vecinos de un gran bloque los que pretenden negociar en conjunto sus facturas de la luz, la eléctrica se lo piensa.