La situación social y política que se vive en Cataluña después del esperpéntico referéndum ilegal (más propio de una tómbola), y la posible declaración unilateral de independencia, dejan un escenario de inseguridad, desasosiego y violencia que va a tener un reflejo muy negativo en la economía catalana y española. En unos tiempos en los que la globalización de los mercados se fija como un objetivo a todos los niveles, no tienen ningún sentido las ansias secesionistas que en pro del independentismo, lo que realmente enmascaran es egoísmo. Pues en el trasfondo de todo está el discurso manido y trasnochado de España nos roba, y ya está bien de pagar los subsidios de andaluces y extremeños, olvidando que estas regiones han aportado a Cataluña lo más preciado que tiene un pueblo que son sus gentes, que han sido el capital humano sobre el que ha gravitado durante décadas su desarrollo económico, sin olvidar los sobreesfuerzos inversores de los distintos gobiernos, que les han permitido gozar de unas infraestructuras punteras a nivel mundial. En este contexto Extremadura pierde igual, o más que el resto de España, incluyendo a Cataluña, al ser económicamente más débil, y ponerse en peligro uno de los preceptos de la Constitución Española: la solidaridad entre territorios, es decir, entre sus gentes. Se trata pues, de vivir en paz y prosperidad, y de defender la democracia desde el máximo respeto a la Ley. Por la senda que vamos, si quien tiene la fuerza de la Ley no la utiliza para garantizar el interés general, el futuro no será muy halagüeño y la historia será tozuda para con este país llamado España, que ha conseguido sus máximas cotas de libertad y bienestar gracias al esfuerzo conjunto de andaluces, catalanes, extremeños... y en definitiva de todos los españoles.

*Secretario general Confederación Regional Empresarial Extremeña (Creex)