Cada vehículo que llega al final de su vida supone cerca de 1 tonelada de chatarra potencialmente reciclable y, al mismo tiempo, potencialmente contaminante. Hierros, neumáticos, bombillas, líquidos, cables... todo puede ser aprovechado y todo puede dañar el medioambiente.

Esto es lo que ha venido a regular la normativa nacional sobre residuos, que pretende atajar el descontrol que actualmente existe en este ámbito. Hasta ahora no era extraño encontrar desguaces con cientos de coches apilados que se vendían pieza a pieza y que no eran sometidos a ningún tratamiento de descontaminación. Cuando se había vendido todo lo aprovechable quedaba el 75% del vehículo, el armazón de metal, que era reciclado en su totalidad. El objetivo marcado es reciclar a través de los nuevos desguaces --o centros de tratamiento integral-- el 85% de los vehículos en el 2006 y alcanzar el 95% en el 2015.

Y es que el sistema que se empleaba hasta ahora dejaba sin tratar los residuos más contaminantes de los coches, que son los ácidos, combustibles y aceites, y que suponen el 4% del peso total del vehículo abandonado. En los CARDs ése será precisamente el primer paso a dar, la retirada de estos productos, que posteriormente serán trasladados a otros centros en los que serán reutilizados o destruidos. A la hora de pensar en su posible uso, podrían incluso utilizarse para generar energía.

Los neumáticos

También se incidirá en los neumáticos (otro 4% del peso), un elemento especialmente contaminante si no es tratado adecuadamente y que tiene múltiples usos. Entre ellos destacan la fabricación de suelas de zapatos o --ironías del destino-- pasar a formar parte del asfalto de las carreteras.

El resto de los componentes de los coches --que son la gran mayoría de vehículos fuera de uso-- son reciclables o incluso reutilizables directamente. El caso más claro es el de los componentes metálicos (suponen el 75% del total), que incluyen partes de chapas, acero, equipos mecánicos, fundición, aluminio, cobre y zinc. Para todos ellos hay dos caminos: o se utilizan como recambios para otros vehículos o son destinados a la fundición.

Ya sólo quedarían plásticos, vidrio, cables, conductores, tejidos, papel y cartón, que son elementos que también admiten el reciclaje.

Al final del proceso la gran mole que era el vehículo quedaría reducida a escasamente un 5% de su peso original, la única parte de la que no se puede sacar ningún provecho. Con los CARDs se logra un doble objetivo: reducir el gran impacto ambiental que producen los vehículos abandonados y optimizar los recursos.

La importancia radica en dar utilidad, en el caso extremeño, a cerca de 24.000 toneladas de residuos cada año, cuestión relevante si se tiene en cuenta que cerca de la mitad del parque automovilístico regional tiene más de 10 años.