Ahora mismo, en los talleres de Equipos Nucleares (ENSA) hay once generadores de vapor, tres de ellos listos para entrega y otros ocho en distintos estados de fabricación, todos encargados por el gigante francés EDF (Électricité de France). También se trabaja en una cabeza de vasija de reemplazo que irá a parar a la central nuclear de Shearon Harris (en Carolina del Norte —EEUU)—) y en bastidores para las piscinas de combustible de la planta de Olkiluoto (Finlandia).

Situada en Maliaño (Cantabria), ENSA es una de las empresas que integran el reducido grupo de las que, a nivel mundial, tienen capacidad para fabricar grandes componentes nucleares. «Soy una persona humilde, pero no puedo serlo cuando hablo de Equipos. Esta es una empresa impresionante. Somos una referencia en lo que hacemos», resumía el pasado miércoles el presidente de esta firma, Eduardo González-Mesones.

Cuando la compañía echó a andar en 1973 lo hizo como una iniciativa privada orientada a atender las necesidades del ambicioso programa civil español que se proyectaba entonces. El primer componente entregado por ENSA fue, en 1981, una vasija de reactor con destino a la central nuclear de Valdecaballeros, en Badajoz, que nunca llegó a entrar en funcionamiento. Precisamente, fue la posterior moratoria nuclear la que hizo que la firma pasara a manos públicas y fue también decisiva para que, a finales de los ochenta, se orientase decididamente al exterior, en un proceso que ha llevado a que la exportación represente más del 90% de la fabricación de equipos y más del 50% de la prestación de servicios. «Somos los mejores [del mundo] en tapas de vasija y uno de los dos mejores en generadores», incidía González-Mesones. De este último componente, añadía como ejemplo, «hemos suministrado a América más que todo el resto de nuestros competidores juntos».

Cuenta con una plantilla de 438 personas (el grupo al completo se mueve entre las 800 y las 1.200 que puede alcanzar coincidiendo con las paradas de las centrales para recarga de combustible, en las que presta servicios). Trabajan repartidos en tres turnos diarios los siete días de la semana.

En el 2016 su facturación fue de unos 82 millones de euros si bien, matizó González-Mesones, el volumen anual de negocio es muy variable dependiendo del peso que en cada ejercicio representen sus productos estrella, los componentes primarios (generadores o vasijas de reactor). «Si ronda un 80%, nos situamos en unos números de entre 120 y 150 millones», apuntó. Del total facturado por ENSA, subrayó, entre un 4% y un 6% se destina siempre a I+D+i.

Con el fin de permitir la carga y transporte de las moles de metal que fabrica, con varios cientos de toneladas de peso, la factoría se situó al sur de la bahía de Santander, en un lugar accesible para los barcos. Para manejar estos componentes, la planta cuenta con dos grúas de una capacidad conjunta de manejo de 1.300 toneladas, «la más grande que hay en España».

Esta compañía integrada en la SEPI será también la encargada de fabricar la veintena de contenedores que conformarán el Almacén Temporal Individualizado (ATI) de la central de Almaraz.

En este sentido, la gestión del combustible se ha convertido en una de las líneas de negocio fundamentales para ENSA. «Nos estamos volcando en ella porque entendemos que es un mercado que está en crecimiento», destacó González-Mesones. Hasta la fecha ha fabricado 97 contenedores, de los que ha cargado, «sin un solo incidente», 32.

«Somos capaces de diseñar todo el contenedor, de licenciarlo y de fabricarlo. También de diseñar, licenciar y suministrar los equipos auxiliares que se necesitan para manejarlos y de hacer las cargas de fuel de los contenedores. No creo que haya otros como nosotros en el mundo», remachó.