El supuesto complot de altos mandos de la Guardia Civil para echar a Antonio Peñafiel, el exjefe de la Comandancia de Albacete que el martes mató a dos agentes, hirió de gravedad a otro e intentó suicidarse, ha salpicado al cacereño Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, general jefe de zona en la comunidad de Castilla-La Mancha.

Según la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), a su llegada a Albacete Peñafiel se propuso acabar con la arbitrariedad en las órdenes y en el reparto de los ingresos extras (9.000 euros mensuales) por las guardias. Fue entonces cuando, según el exjefe de la Comandancia, comenzó el supuesto complot contra él.

El comandante asesinado, Isidoro Turrión, no se llevaba bien con su jefe. De hecho, recibió un aviso de Peñafiel por no haber cumplido la orden de pasar revista a 16 cuarteles de la provincia en un periodo de ocho semanas. La amonestación llegó a oídos del cacereño Rodríguez Búrdalo, que inquirió a Peñafiel sobre el expediente a Turrión.

Fuentes de la asociación AUGC indican que con ello el general Búrdalo se saltó el conducto reglamentario al informarse por Turrión y no por su inmediato inferior, Peñafiel, lo que constituye un delito castigado hasta con cárcel.

Peñafiel sostenía que como represalia Turrión presentó un listado de acusaciones falsas y mandos que podían corroborarlas. Tras ello, Rodríguez Búrdalo manifestó que el exjefe de la Comandancia había ordenado labores de seguridad ciudadana al Seprona sin comunicarlo a la jefatura, mientras que el propio Peñafiel mantenía haber actuado según las propias órdenes del mando cacereño.

Posteriormente llegó la destitución, que según Peñafiel se produjo por acusar a Búrdalo de dar información falsa sobre asuntos del servicio, un delito recogido en el Código Penal Militar y castigado con entre uno y seis años de cárcel.

EL PERIODICO intentó contactar ayer sin éxito con Búrdalo, que se encontraba en los funerales por las víctimas celebrados en Albacete. De otro lado, el mando herido y el agresor permanecen estables.