«Una pieza única y singular, cuyo mensaje denuncia que la Conquista de América no era civilizada ni acorde con los valores de la evangelización», según describe Francisco Mateos, bibliotecario municipal y experto en la historia de la Inquisición de Llerena. Se refiere a un particular testimonio que desde siglos ha guardado las paredes de la Casa Maestral de la localidad pacense y que a partir de ahora podrá contemplarse a través de una réplica exacta elaborada por los artesanos locales Florentino Martín y Carlos Navas para ser mostrada al público.

«Es un grafiti que un preso hizo en las primeras décadas del siglo XVI y que cuenta con un valor doble, tanto histórico como periodístico. Por un lado, es su testamento vital, en el que deja constancia de su participación en la Conquista de México. Por otro, a través de este grabado, muestra sus ideas heterodoxas con las que expone los horrores de la Conquista y hace una similitud entre la acción represora de la Inquisición en España y la de la evangelización en América», explica Mateos.

La prisión secreta con la que el Santo Oficio acallaba las ideas discordantes mantuvo su aplicación de hierro de los dogmas de la fe durante más de 300 años en Llerena, donde en una de esas 23 celdas de 2x2 metros cada una, un preso indiano quiso grabar a principios del siglo XVI las injusticias que el Imperio español cometía tanto en la península como en sus crecientes posesiones de ultramar.

Mateos cuenta que las pintadas en las paredes de las celdas no eran ni mucho menos inusuales, pero el valor histórico de este grafiti en concreto es difícil de encontrar.

«Hay otros hechos con carbón que representan básicamente la cruz, la leyenda ‘INRI’, pero no tienen nada que ver. No tienen ese valor testimonial», cuenta.

Mateos define este grabado, hecho a mortero y punzón, como un «cómic de la época», que cuenta con cuatro secuencias que narran la experiencia y el punto de vista de este reo judío, un dato que también está incluido en la escena.

De 1,70 metros de largo por 1,50 de alto, este grafiti encierra toda una serie de alegorías y una simbología que constituyen un relato vivo de las atrocidades en las Indias y de la personalidad del preso.

«Se puede observar un gallo subido sobre una columna. Este ave representa a San Pedro a quien, si recordamos el Nuevo Testamento, Jesús dijo que le iba a negar tres veces antes de que cantara el gallo. Por lo tanto, representa que es judío y que él también niega a Jesús. Por otro lado también hay una gran cruz que viene a simbolizar el nuevo orden. Justo debajo está retratado el autor, que se dibuja con dos perfiles. Estos dos perfiles significan su doble personalidad, en uno se dice que es un cristiano nuevo, tachado, y en el otro se muestra la realidad: que él se sigue sintiendo judío», narra.

Por tanto, este hereje demostraba tener un gran conocimiento de la simbología y las alegorías judeocristianas, así como también de la cultura mesoamericana previa a la invasión española.

«En la parte baja de la pieza se representan tres desviaciones morales de los nativos que los católicos vienen a erradicar. La primera es la sodomía, mostrada con la imagen de dos personas del mismo sexo besándose. La segunda el canibalismo, con una bestia demoníaca que amenaza a una paloma. Por último el sacrificio humano, representado en una serpiente rodeada por sacerdotes que tienen el pelo ensangrentado», relata Mateos.

Sobre esta parte inferior y dibujados en tres tiras, hay una serie de soldados castellanos con trajes de gala, de diferentes órdenes y categorías.

En la parte superior, que está un poco deteriorada, se observa a la caballería, que representa el alarde militar de la potencia conquistadora frente a los pueblos de Mesoamérica, que por aquel entonces no contaban con un desarrollo militar ni relativamente cercano al poderío de las tropas españolas.

«Además de la verdadera superioridad del Imperio, es sabido que este ejército era conocido por jactarse de su propio poder», apunta Mateos.

La obra no tiene ningún tipo de texto ya que, según explica por su parte el restaurador Florentino Martín, «su autor no podía manifestar expresamente con palabras un mensaje que hubiera supuesto una prueba más, en manos de los inquisidores, para su condena».

«El grabado narra la conquista de México y cómo los españoles implantaron un nuevo orden social y moral, con la evangelización de los nativos y la proscripción de sus rituales sagrados y costumbres salvajes», resume Martín.

A partir de ahora esta controvertida historia contará con otra pieza más que viene a relatar el complicado y oscuro puzzle que supone la revisión de los años en los que la Inquisición imponía a sangre y fuego los preceptos de la Iglesia católica y en los que el Imperio español implantó su ley en América.

Lo que demuestra la huella dejada por el reo indiano y judío de Llerena es que siempre, hasta en las épocas de mayor oscurantismo y miedo, hay quien se atreve a dejar testimonio para que la crueldad del pasado no vuelva a repetirse.