En el 2007, cuando el INE elaboró sus últimas estadísticas sobre la estructura de las explotaciones agrarias, en Extremadura apenas si había 217 titulares de explotaciones agropecuarias con menos de 25 años. Oscar Llanos es uno de ellos. Entre los 18 y los 22 trabajó en la explotación familiar junto a su padre, y tras fallecer este, se hizo cargo en solitario del cultivo de las tierras.

En conjunto, actualmente gestiona 66 hectáreas ubicadas entre los términos municipales de Miajadas, Don Benito y Villar de Rena. De ellas, 45 se distribuyen a partes iguales entre el cultivo de tomate, maíz y arroz. Otras seis son de girasol, y las 15 restantes de cultivos de secano. Cuando está en campaña, da empleo a "uno o dos trabajadores", pero el resto del año no cuenta con ayuda.

A Oscar el campo le había gustado "siempre" y además realizó un módulo superior de técnico agrícola. Sin embargo, asegura que la situación ha cambiado mucho desde que escogió dedicarse a la agricultura. "Antes el campo se veía bien, pero si tuviera que decidir ahora, probablemente diría que no", lamenta este joven agricultor. "La situación está muy mal, y no se ve futuro", añade. "No hacen más que subirnos los gastos, y nuestros productos luego no valen nada", continúa. "Ahora mismo, como está la situación, me arrepiento. Podría cerrar la explotación, pero tal como están las cosas, dónde vas...".

A su juicio, el mayor problema que tienen que afrontar los agricultores son los costes de producción, "que nos comen". Los fitosanitarios, el gasóleo..., "todo está subiendo siempre". Incluso, una aparente buena situación puede acabar derivando en todo lo contrario. Hace dos años, en pleno boom de los cereales, se pagó el maíz "a cuarenta pesetas por kilo, pero luego nos hemos tirado dos cobrándolo a 22 o 23, y a cambio nos lo encarecieron todo", señala.

Este año tampoco se ha salvado el cultivo de tomate. Lo ha cobrado a entre 10,5 y 11 pesetas el kilo, "y de 8 a 9 se van ya en gastos". "Las fábricas están llenas de concentrado, y la única solución es parar un año o ir al 50% de producción, pero el problema es que si nos vamos al maíz, tiramos sus precios", sostiene.

Así las cosas, asegura que "llega un momento en el que casi no te merece la pena seguir sembrando". Explica que en una explotación "mueves mucho dinero", pero una vez que se afrontan los costes, "te queda un sueldo normal, para ir tirando". "Ahora yo estoy viviendo de cincuenta hectáreas de regadío. Antes, con treinta, vivía una familia completa", remacha.