Soy profesora en educación de adultos. Lo confieso. Y también confieso que soy bastante idealista. Es un requisito necesario para impartir docencia a un colectivo formado por alumnos que hace mucho dejaron de estudiar, que han pasado por varios centros y en ninguno han conseguido sacarse el título; que, mientras les hablas de lo importante que es leer, están pensando qué harán ese día de comida; que hoy piensan que este año será el definitivo y mañana piensan en dejarlo de nuevo; que, entre cliente y cliente, se conectan a la plataforma on-line. Alumnos, por cierto, por los que solo se ha preocupado la educación pública hasta ahora.

Esta incertidumbre mantiene al profesorado de adultos en una continua búsqueda de fuentes de motivación. Hemos redactado un currículo que les preparase para desenvolverse en el mundo actual; hemos elaborado materiales didácticos para ellos, que les resultaran motivadores, guiados y creativos; nos hemos formado en nuevas tecnologías para poner estas enseñanzas a la altura de la sociedad de la información; hemos investigado en autoestima, inteligencias múltiples, creatividad, innovación y espíritu emprendedor. Nos hemos preparado disciplinas mucho más allá de nuestra especialización. Hemos investigado en la creación de nuevos ambientes de aprendizaje para el alumnado adulto. Incluso hemos desarrollado proyectos con profesores de centros de adultos de otros países de Europa que compartían las mismas inquietudes y los mismos problemas. En fin, tiempo perdido.

La noticia que nos inquieta es que el Consejo del Gobierno de Extremadura ha aprobado un plan especial de formación dotado con 3,9 millones de euros para facilitar a 4.000 jóvenes desempleados de entre 18 y 25 años la obtención del graduado en ESO. Según la vicepresidenta, Cristina Teniente, el objetivo es "que adquieran una titulación básica que les permita mejorar su acceso al mercado laboral"; curiosamente lo mismo que estamos haciendo en la educación de adultos hasta ahora. Para incentivarles, se les ofrece la posibilidad de obtener el título en 35 semanas y a los alumnos que lo consigan, la Junta les abonará 1.000 euros. Me pregunto si mis alumnos, esos que se conectan cada día a la plataforma Avanza, esos que vienen cada mañana al centro después de dejar a sus hijos en el colegio, esos que van al aula de adultos por las tardes después de haber trabajado por la mañana, me pregunto si ellos también recibirán los 1.000 euros cuando se saquen el título con mucho esfuerzo.

Nos asalta la pregunta de quién va a evaluar a estos alumnos. No me gustaría estar en la piel del que tiene que decidir quién se lleva los 1000 euros y quién no. Además del hecho de que este plan especial de formación anticipa con seguridad su éxito. Presión por todos lados.

XPERO SI,x buscábamos y buscábamos respuestas, pero lo hacíamos por la senda equivocada. Buscábamos en los aspectos simbólicos de la enseñanza, cuando está en los materiales. No hemos sido capaces de encontrarla. La motivación no está en la satisfacción personal, en la autorrealización, en la recompensa intangible. No. La motivación está en la recompensa de siempre, en la económica. Si los alumnos reciben dinero por sacarse el título están motivados. Con lo fácil que era.

* Representante del Sindicato PIDE en las Juntas de Personal Docentes no Universitario de Cáceres.