Raúl Gallego siempre quiso ser diseñador. No sabe en qué momento lo tuvo claro, no recuerda que ninguna boda decidiera su futuro, pero este emeritense soñaba con dar forma a kilométricos vestidos de novia. Cogió su maleta y se trasladó a Madrid a formarse en la escuela universitaria de ESNE en Madrid. Allí aprendió a confeccionar diseños, eso sin duda. Pero la capital le aportó otro concepto aún pueril en el sector: sostenible. En ese momento, la industria que facturaba a gran escala no entendía que era eso de la ‘revolución’ ecológica y los primeros atisbos de diseñadores de ropa bajo estas directrices estaban alejados de la realidad cotidiana de la gente.

Quién iba a pensar que el ‘cambio’ iba a llegar de la mano de pequeños creadores, de pequeñas marcas que trabajan con una concepción evolucionada de la imagen y ajustada a las peticiones de los consumidores. Tanto caló esta idea en Raúl que regresó a casa y asentó su atèlier en la zona más céntrica de Mérida. Desde entonces, el extremeño ha reinventado trajes de los años 80 o ha trabajado con materiales que no son lo que parecen. Mientras tanto, otros tantos hacían lo propio. En Plasencia, Sara, álter ego de ‘Señorita Sarita’, confeccionaba ya con algodón orgánico sus propias creaciones y estampados ‘originales’, Esther Sánchez, dueña de la firma Enkaster, hacía lo propio con materiales ecológicos y Beatriz Candela de Nómadas en El Jerte personalizaba como ‘artesana’ sus artículos cargados de color.

De hecho, fue la propia Esther la que lanzó la red hace menos de un año y medio para crear un colectivo que aglutinara las inquietudes de la ‘nueva ola’ de la moda extremeña. Así nació la Asociación de Moda Sostenible Extremeña (Mose). La propietaria de Enkaster tuvo que enfrentar la «falta de tejidos necesarios en la región» y se hizo la siguiente pregunta: «¿Por qué no producirlos aquí?».

La plataforma aglutina a más de una quincena de creadores, entre diseñadores, comunicadores y trabajadores del sector. Todos tienen en común una cosa. Trabajan con tejidos orgánicos y todos definen su producción en talleres pequeños y con series limitadas. Es justo esa exclusividad el caballo de batalla para la moda sostenible. Miembros del colectivo como Lola Martín fabrica sus propios complementos a partir de cuero reciclado. Esta técnica se conoce como ‘upcycling’ y consiste en transformar residuos para darles una nueva vida.

Desde su taller en Mérida, Raúl atiende a este diario y se encarga de definir cuál es la meta del colectivo. El joven prioriza la visibilidad de la moda ‘made in Extremadura’ y alega que su pretensión es «romper ese estereotipo» que asocian a la ropa responsable con el medio ambiente con un determinado colectivo o un grupo social.

«¿Quién hace mi ropa?»

Hace unas semanas las redes sociales de Mose se llenaban de paneles con la siguiente inscripción: ¿quién hace mi ropa?. Si hay algo más que destaque en este proyecto es que la palabra ‘sostenible’ trasciende a lo ecológico. El término -y el colectivo- pretende aparte de ser responsable con el medioambiente, ser responsable con todo lo que rodea a la profesión: condiciones laborales de los trabajadores y valores de la marca. Aquí los extremeños siguen la estela del movimiento mundial que se conoce como Fashion revolution day -el día de la revolución de la moda- . Esta iniciativa nació en 2014 para reivindicar a los más de mil muertos tras el derrumbe un año antes de una fábrica textil en Bangladesh, que producía para grandes firmas. En España colectivos como el catalán fueron pioneros en trasladar la iniciativa al país y el extremeño hace lo propio.

«Hay movimiento», pone de manifiesto Raúl en referencia al universo de creadores de moda y complementos en Extremadura. En octubre Mérida acogerá unas jornadas en el museo romano con showrooms de firmas extremeñas para hacer ver que otra moda es posible.