A partir de dos ingredientes del cine high-school --las humillaciones que posee la vida en el instituto y la homérica odisea que todo adolescente masculino emprende para perder la virginidad-- y haciendo equilibrios entre lo vulgar y lo tierno, lo chabacano y lo emotivo, Supersalidos invierte los códigos de la comedia adolescente, al afrontar las idiosincrasias y defectos de sus personajes para descubrirnos su humanidad en lugar de enterrarla bajo actitudes beodas o taradas. Y así expresa, con ingenio irreverente y no sin amargura, qué duro es ser adolescente cuando todos saben que nunca serás el rey del baile, y el horror de no tener ni idea de cómo hablarle a alguien del sexo opuesto. Recopila tus torpes miradas de soslayo a la chica que te gusta, esas discusiones sobre cómo camuflar una erección y las esperanzas puestas en una noche y una fiesta con suficiente alcohol. Porque, como confirman otras grandes películas sobre adolescentes --Rebelde sin causa, American graffitti, Dazed & Confused --, en los años de instituto una noche puede durar una eternidad y también ser la catapulta a la edad adulta o la condena a una vida de nostalgia por promesas incumplidas. Y lograr una felación a toda costa, sostiene el filme, no tiene por qué ser tu único propósito esas noches, especialmente cuando tu presa está tan bebida como para vomitarte en la cara. Pero eso Seth y Evan aún no lo saben, y afrontan el sexo con cautela y algo de arrepentimiento, porque saben que su amistad nunca será como era antes de que las chicas fueran prioritarias. Ahí reside el mensaje del filme: por alguna razón, tus amigos decidieron compartir su vida contigo y tu circunstancia. Respétalos. Valóralos. Y aprovecha el tiempo que pasas con ellos, porque, en un instante, otro colegio u otro mundo se van a interponer. Por eso, esta película no es solo para adolescentes. Por eso, en dos décadas será un clásico.