El viernes arreciaron los rumores y ayer se confirmó lo que era la crónica de una muerte anunciada desde tiempo atrás. Su enorme diversificación, las aventuras expansionistas, los aires de yuppies de los últimos tiempos con visas-oro a destajo y las contrataciones de lujo han traído la ruina a una empresa que Emilio Serrano, un hombre emprendedor de Malpartida de Plasencia, supo levantar con los pies en el suelo hasta que tropezó con otras formas de gestión.

En buena sintonía con la Administración, esta empresa regida con modos de padre tentó su buena estrella y no le valió verse convertida en el primer grupo regional en gestión de aguas y segundo en construcción. Sólo en Irak se metió en tres obras que la situación prebélica tiene paralizadas mientras conviven filiales en Colombia o El Salvador con proyectos tales como la autovía de Navalmoral. La situación financiera empezó a pasar apuros, embargos, y le ha estallado en las manos a un hombre que lucha ahora por salvar su imperio.