Su primera calada a un porro la dio "enredando" en el recreo, cuando estudiaba en el instituto. "Entonces solo se veía chocolate --hachís, al igual que la marihuana se extrae de la planta del cannabis, pero de otro sitio-- por aquí". En cuanto la probó, prefirió la marihuana. Hoy, con 28 años, Isidoro (nombre ficticio) ha logrado sacar adelante su primer cultivo, con cuatro plantas.

"Antes, ya había cultivado con mis amigos en un piso que alquilamos para ir de vez en cuando y aprovechamos también para eso. También probé un par de veces en mi cochera, pero se me acabaron estropeando". Falta de práctica, seguramente. Porque el cultivo de la marihuana precisa de bastantes cuidados y atenciones. Pero tras estos años de intentos, Isidoro ya se los sabe todos.

"Se pone entre abril y mayo y lo básico que necesita es sol y agua. Además, hay que echar fertilizante de vez en cuando y fumigarla con el correspondiente insecticida (orugas, arañas...), para que no te la estropee ningún bicho", detalla. Ahora --finales de septiembre-- llega el momento de cortar. El ya tiene la cosecha de dos de sus plantas en casa, secándose (también otro proceso relativamente complejo ), y pronto recogerá las otras dos. "Hay que hacerlo en el momento justo, sino se te puede pasar. Es casi un arte, vaya".

Entre amigos

En total, Isidoro va a hacerse con unos 300 gramos de marihuana. Una parte la compartirá con un amigo que le ayudó y el resto la destinará a consumo propio. Pero alguno ya se ha animado a vender: "sí, varios de mis amigos han plantado también --de hecho, intercambiamos consejos sobre el proceso-- y uno de ellos ha vendido una parte y se ha sacado un dinerillo".

Según dice, diez gramos cuestan entre 30 y 40 euros y pueden utilizarse para hacer tres o cuatro porros. "Es que es muy caro y, si el consumo no está penado, nadie debería poner pegas a que la cultivemos, porque si no ¿cómo la vamos a conseguir, si el tráfico está prohibido? se pregunta.

De momento, Isidoro se ha convertido en un consumidor habitual, fumando unos tres o cuatro porros al día, nunca antes de comer. Desde sus inicios en el patio del instituto hasta la recolección de su primera partida propia, lleva ya mucho tiempo consumiendo. No se plantea dejarlo. "Desde luego, ahora mismo no, tengo que fumarme lo que tengo".

Además, ya tiene planes para el año que viene, cuando le gustaría hacerse con una garrafa de riego por goteo que le ahorre las engorrosas visitas semanales para echar agua a las plantas. Sistema que ya han localizado, en al menos un caso, los agentes de la Guardia Civil de Cáceres y que, según Isidoro, "ya está empezando a poner mucha gente".

A él, por ahora, no le preocupa demasiado que puedan descubrir su plantación --"la tengo bien escondida", argumenta--, si bien reconoce que pasó un mal rato cuando tuvo que transportar la marihuana a casa. "Fui con un amigo, con el coche, y lo metimos todo en bolsas de basura. Si nos hubieran parado entonces sí podríamos haber tenido algún problema", reconoce.

Pero enseguida reitera que el consumo propio no está penado. Incluso recuerda el caso de unos amigos cuya plantación ha sido descubierta. "Al parecer, calculan tu nivel de consumo en función de unos análisis, para ver si es verdad que cultivas para ti o no. Así que ahora es mejor que sigan fumando porros y que cuanto más fumen mejor". Ironías del cultivo.