El asentamiento humano de la cueva de la Canaleja, en Romangordo, se ha datado con el método del carbono-14 y se le sitúa en el mesolítico, hacia el 7.000 antes de Cristo, aunque otra datación de los huesos humanos lo establecen hacia el cuarto milenio antes de Cristo. Según la agencia Efe, se trata de la primera datación de una asentamiento en Extremadura.

Los casi cuatros años de excavaciones y análisis llevados a cabo en el complejo kárstico de La Garganta Canaleja se han presentado hoy en la II Reunión de la Prehistoria del Tajo Interior, que se celebra desde ayer en Romangordo, donde se encuentran las ocupaciones sepulcrales que se han convertido ya en un referente regional.

El trabajo de investigación dirigido por los arqueólogos Antonio González Cordero y Enrique Cerillo Cuenca, al mando de un equipo de media docena de especialistas, han desvelado una parte de la historia de Extremadura que revela, según González Cordero, que los habitantes de entonces no estaban aislados en la zona sino que estaban comunicados con otros grupos.

Las dataciones efectuadas en La Canaleja-2 y La Canaleja-1 fijan lo encontrado en la primera en el período Mesolítico, hacia el octavo milenio antes de Cristo, y los huesos humanos hallados en la segunda hacia el 3.000 a.C., por lo que los investigadores esperan que algunas dataciones futuras aproximen los hallazgos a la Edad del Cobre, hacia el tercer milenio antes de Cristo. Esta sería la fecha de mayor concentración poblacional en la zona.

"Aquí era completamente desconocida, no se sospechaba que pudiera existir", señala el responsable del Museo Arqueológico de la Fundación Concha de Navalmoral en relación a los restos encontrados del período Mesolítico, una época de transición entre una sociedad de cazadores y la posterior sociedad de productores de alimentos.

Los estudios han incluido la analítica del material hallado, que se ha extendido al material geológico, el análisis de los huesos humanos y de animales y también del polen, entre otros.

El material geológico revela que las cuentas de collar, las puntas de flecha y otros elementos hallados en los sepulcros de la cueva "es un material que viaja lejos, lo cual significa que la gente no estaba aislada sino que su círculo estaba conectado con otros círculos de gente que se mueven dentro de un territorio muy amplio y que hay una redes de intercambio".

La analítica de los huesos humanos ha permitido conocer prácticamente la dieta que seguían los habitantes de la zona hace miles de años.

Se ha hallado en esos huesos una proteína que revela que los lugareños consumían animales marinos, ya que todo apunta que hasta el área donde ahora se ubica Romangordo subían anguilas y otras especies marinas a desovar, unas subidas estacionales que aprovechaban los habitantes de la Garganta La Canaleja, que jamás se ha secado.

Mientras, los análisis de polen han permitido reconstruir el paleobosque de entonces, que, según los análisis polínicos, fue cambiando a lo largo de los milenios, atravesando diversas fases que bascularon desde períodos en los que el techo arbóreo era de origen atlántico hasta otras fases más secas con predominio de especies como el acebuche o la encina.

González Cordero se muestra convencido de que "tarde o temprano volveremos a hallar un gran yacimiento" y los esfuerzos futuros apuntan a la Cueva de la Zorra, donde los expertos esperan encontrar en una sola cueva una estratificación ordenada que "nos ayudaría a crear un segmento cronológico en la historia de Extremadura que nos permita encajar los montones de piezas que actualmente tenemos dispersos".