Han pasado diez años desde que el baloncesto cacereño y probablemente el deporte extremeño viviesen su fin de semana más emocionante. Fue del 1 al 3 de febrero de 1997 cuando el Cáceres Club Baloncesto, ahora desaparecido, consiguió llegar a la final de la Copa del Rey, que perdió frente al Joventut en León.

Muchos lloraron aquella noche cuando vieron cómo la diferencia conseguida por el Cáceres al principio de la segunda parte, que llegó a ser de 17 puntos, se volatilizaba poco a poco. 51-34 en el minuto 22 de un partido que parecía totalmente controlado.

Sin embargo, tras un parcial de 0-17 que le dio la vuelta a la historia, la copa quedaba en las manos de Alfred Julbe y Andre Turner, que cinco años después estarían en el Cáceres, mientras que Enrique Fernández recogía el trofeo de subcampeón con un semblante de enorme e irremediable tristeza.

Fue la culminación de tres días increíbles, emocionantes al máximo, seguramente irrepetibles por todas las circunstancias que se dieron. El Cáceres había llegado a la fase final copera de puntillas , como teórica víctima para el Estudiantes en los cuartos de final, pero venció en ese primer partido (81-88) y luego protagonizó una semifinal salvaje ante el Barcelona, resuelta en la prórroga (88-94).

Cuando todo parecía ponerse a favor, el destino volvió a dar un giro. El Joventut llegaba en un momento de reconstrucción interna y muchos análisis incluso daban como favorito al equipo que por entonces entrenaba Manolo Flores, que había desarrollado un baloncesto espectacular en ataque y sólido en defensa. Aquellos tres triples de Xavi Crespo --un jugador literalmente acabado ya entonces-- que iniciaron la reacción de los catalanes fueron el principio del fin (71-79).

Una comida de futuro

Y es que, exceptuando momentos brillantes muy puntuales --como la clasificación para la fase final de la Copa del Rey del 2001 en Málaga--, la final perdida ante el Joventut pareció marcar un punto de inflexión en la historia cacereña en la élite baloncestística. En 1997 el equipo ya llevaba cinco años en la ACB y había sido semifinalista de la Copa Korac, pero nunca había obtenido tanta repercusión mediática como aquellos días, en los que expresó como nadie el carácter peculiar del formato copero.

Así lo reconoce José María Bermejo, presidente del club en aquel momento. "De haber ganado aquella final todo hubiese cambiado a partir de entonces y la historia no hubiese sido como fue luego. Segurísimo. El día del partido, sentados en la mesa comiendo, hubo ideas muy importantes sobre el futuro", afirma, con un punto de amargura mezclado con nostalgia. En aquel almuerzo en el Hostal San Marcos de León estaban, entre otros, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de la Junta de Extremadura; José María Saponi, alcalde de Cáceres; Pilar Merchán, presidenta de la diputación, y Jesús Medina, presidente del entonces patrocinador del equipo, Caja de Extremadura, que apenas un año después retiró un apoyo que el club nunca supo sustituir.

La ilusión generada antes de la final sólo puede ser comparable a la que se produjo en el ascenso a la ACB, en 1992, con el añadido de que fueron cientos los cacereños que se desplazaron a León para seguir los partidos y particularmente la final. Una decena de autobuses fueron fletados por distintas empresas y más de mil cacereños estuvieron en el Palacio de los Deportes leonés. Y eso que era un lunes laborable.

Triste celebración

Pese a la derrota, muchos salieron a la calle aquel día en Cáceres para expresar su orgullo, lo mismo que el día siguiente, cuando el equipo fue recibido en el ayuntamiento y unas 10.000 personas se congregaron en la plaza Mayor para darle aliento.

"Resulta curioso recordar esto ahora, cuando estamos en la mayor de las penumbras. Fue como tocar el cielo", recuerda Bermejo, que pronuncia la misma frase ahora que hace diez años: "No ganaron ellos, perdimos nosotros". Como es sabido, el Cáceres descendió a la LEB en el 2003 --en el regreso de Bermejo como presidente-- y vendió su plaza en la segunda categoría dos años después. Entre tanto, los jugadores se quejaron numerosas veces de impagos.

Durante mucho tiempo se intentaron buscar explicaciones a lo ocurrido en León: ¿cómo un equipo que había controlado perfectamente los partidos se había hundido tanto? "Nos quedamos bloqueados", acertaba a decir el entrenador verdinegro, Manolo Flores, en los vestuarios. "Los cambios en defensa del Joventut y algunos circunstancias nos desconcertaron", explicaba. Algunos, como Ferrán López, señalaban a la "excesiva permisividad de los árbitros" con la defensa del Joventut, pero ya no había remedio.

¿Y ahora?

Nada volvió a ser lo mismo ni para él ni para el equipo, que sería eliminado en cuartos de final de la Copa Korac poco después y acabaría noveno la ACB. Flores fue destituido en noviembre de aquel año, 1997.

Buena parte de aquel equipo está retirado del baloncesto y se dedica a distintos negocios, desde Pablo Martínez --que trabaja para el Estudiantes-- a Toni Pedrera, pasando por Santi Abad y Enrique Fernández, el único que vive en Cáceres. Los extranjeros han jugado hasta hace poco: Stanley Jackson en la liga francesa, Michael Ansley en la polaca y Rod Sellers en la ACB y en la LEB.

En activo continúan José Antonio Paraíso y Ferrán López, juntos en el Alta Gestión Fuenlabrada de la Liga ACB, y Juanjo Bernabé, éste curiosamente en el escenario de la Copa, León. Aunque no disputó ni un minuto en la fase final, también estaba en la plantilla Oscar Rodríguez, que volvería al Cáceres años después en la LEB y que ahora milita en el Doncel de la Liga EBA.

En los banquillos continúa Manolo Flores, que sin ir más lejos el viernes pasado se enfrentó con el Cornellá al Plasencia en la LEB-2 además de continuar vinculado a la gestión de la sección de baloncesto del Barcelona. Su entonces segundo, Ñete Bohigas, dirige al Autocid Ford Burgos (LEB) y otros miembros del cuerpo técnico tienen ocupaciones diversas. El delegado, Juan Luis Morán, regresó a la enseñanza, en Almoharín; el preparador físico, Lázaro García, es concejal de Deportes en Cáceres; el utillero, José Carlos Dómine, ocupa la presidencia de la AD Cáceres de voleibol, y el enfermero deportivo, Juan Sarratea, tiene su propia consulta en la ciudad.