El numeroso público que abarrotaba la salida de la procesión en Santo Domingo arrancó en aplausos cuando los hermanos de carga levantaron primero al Señor de la Pasión y después a la Virgen del Rosario en memoria de las víctimas del 11-M. La música hizo el resto y la emoción embargó al respetable, que no paró ya de aplaudir a cada pieza que tocaban la Banda Sinfónica ´Ciudad de Plasencia´ y la banda de cornetas y tambores de San Lorenzo del Escorial.

La primera acompañó a Jesús de la Pasión, que lucía los claveles rojos de la ofrenda floral hecha el día antes por los devotos, como los blancos adornaban a la Virgen. La procesión más andalucista de la Semana Santa placentina se prolongó en el tiempo pese a no llevar más que estos dos pasos y no por falta de organización, sino todo lo contrario porque esta es la hermandad que más estrenos hace cada año y cada uno tiene su lugar.

Desde el nuevo entandarte corporativo a las varitas de los numerosos niños que aseguran el relevo generacional al medallón de la Virgen del Puerto insertado en la peana de la Virgen del Rosario o los querubines que jalonan las capillas del respiradero de su paso.

AL RITMO DE LAS DOS BANDAS Con aplausos recibía también el público cada baile que los cofrades de túnica verde y capa blanca hacían a los pasos a ritmo de la música. Color dieron también los agentes de gala de la policía local, hermana honorífica de la cofradía, que escoltaron al Señor de la Pasión mientras la Benemérita hacía lo propio con la Virgen. Emotiva fue la estampa de varios penitentes descalzos cargando las cruces.

Pese a su juventud, se puede decir que el Señor de la Pasión nació con el siglo XXI, es una de las más numerosas cofradías placentinas. El imaginero sevillano Antonio Jubé talló esta imagen en el 2000 y dos años más tarde la de la Virgen del Rosario al más puro estilo neobarroco sevillano. Su rostro irradia la dulzura que contrasta con la angustia de la Pasión y la serenidad de la Resurrección, cuando volverán el domingo a procesionar.