El Carnaval de Badajoz, en el que casi nadie recuerda que es una fiesta declarada de Interés Turístico Regional, ha despertado la "furia bailona" y ha acabado por poner la ciudad "patas arriba", como señalaban algunos paganos disfrazados, y como es su función, al son de los tambores y las cajas, a cuyo paso ya nadie se molesta en retener los pies y, como desinhibidos por contagio, todos dan rienda suelta a las ganas de bailar.

La ciudad volvió a vivir una noche memorable, sobre todo, de nuevo, en el casco Antiguo, que parece que aglutina las preferencias del público, la noche del sábado al domingo, la más larga, en la que una multitud de personas, con disfraz y sin él, y algunos a cuerpo gentil, holgaron y bebieron y cantaron y bailaron no hasta el amanecer, sino hasta casi el mediodía, con concentraciones multitudinarias en San Juan, en San Atón, San Francisco, y otras, ya menores, en las zonas de Santa Maria y Conquistadores y algunas más.

LA BASURA

A las once de la mañana aún había numerosos grupos cantando, bebiendo o durmiendo, mientras que los trabajadores de un Servicio Municipal de Limpieza redoblado comenzaban a hacer montones y montones, algunos muy montones de verdad, de basura y restos de botellas y vasos de plástico y cristal, para recogerlos después y, en las zonas más céntricas y más sucias, como las citadas y todas las calles aledañas, lavarlas con camiones de agua a presión, lo que quitó lo más gordo, pero no acabó con el olor a alcohol y orines que se respiraba.

Aparte del producto lógico de la digestión, o indigestión, de una multitud, que finalmente concluyó con las calles limpias --malolientes, pero limpias--, la fiesta mantiene su tono popular y casi se podría decir solidario, pues según la Policía Local, no sólo no se han registrado incidentes de importancia, sino que parece que ha disminuido estos días el número de delitos.