El Monasterio de Yuste y Carlos V lograron ayer una gesta: cobijar bajo el mismo techo, y alejado de las instituciones europeas, a cuatro de las personas más influyentes de la Unión Europea. José Manuel Durao Barroso, Joaquín Almunia, Mariano Rajoy y Pedro Passos Coelho se dieron cita en el cenobio verato para entregar al presidente de la Comisión Europea el Premio Carlos V 2012, que cada año otorga la Fundación Academia de Yuste.

Al cuarteto se les sumó el Príncipe de Asturias, que presidió una ceremonia cargada de gestos al emperador Carlos V, al optimismo ante la mejora económica y a la unión supranacional de una Europa más unida, consistente, poderosa y alejada de los egoísmos nacionales. Pero también se unió José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura y anfitrión del encuentro, quien insistió en que el destino de Europa volvía a hallarse en manos de los europeos y recordó que Extremadura deja atrás su condición de región en desarrollo para ser una comunidad emergente de Europa.

Pero este entusiasmo por un continente hermanado no impidió a las autoridades perder las perspectivas y mostrar el drama que, actualmente, asola Europa: el desempleo, que tanto don Felipe como Durao Barroso calificaron de inaceptable.

A pesar de ello, el príncipe Felipe elogió la iniciativa de este premio porque reconoce a personas "que han hecho por conseguir un continente unido en paz, progreso y bienestar". De hecho, recordó que para los españoles Europa no sólo era una ilusión, sino una aspiración de abrirse al mundo y "hacer suyos los valores democráticos. Y yo creo firmemente hoy que también es fuente de esperanza para el futuro. No solo para resolver la crisis económica, sino también para afrontar y superar los retos que el siglo XXI nos plantea en un mundo globalizado".

EL PARO Su alteza real resaltó el papel del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en el diseño y en la ejecución de las medidas europeas para combatir la crisis, que, según sus palabras, comienza a superarse, aunque "persisten unas tasas de desempleo absolutamente inaceptables, especialmente entre los jóvenes, que están frenando el desarrollo personal de numerosas personas y el bienestar colectivo de nuestras sociedades".

En este sentido, el galardonado se congratuló de los primeros signos de recuperación que se vislumbran en Europa, pero matizó que todavía no se había "salido del atolladero" y que las consecuencias de la crisis, especialmente el paro, son inaceptables y "no podemos resignarnos. El paro constituye hoy el mayor drama al cual se enfrenta Europa. La movilidad que pretendemos fomentar en la Unión Europea debería ser una opción y no la única alternativa para nuestros jóvenes. La recuperación será progresiva y no debemos cejar en nuestro empeño para no malgastar nuestros éxitos iniciales".

Barroso analizó el presente y el futuro de Europa con cuatro palabras claves: unión de los pueblos, libertad, diversidad y legitimidad. Estos términos describen, según el presidente de la comisión, un proyecto político único en la historia y "un laboratorio de mundialización". Seguidamente, desmenuzó cada concepto y advirtió que son los pueblos, las personas y "su interés general los que centran la construcción europea". La libertad, para Barroso, se basa en el consentimiento mutuo y no en la fuerza. "Nuestros estados miembros aceptan libremente compartir su soberanía. Y en este libre consentimiento reside la fuerza unificadora del proyecto europeo".

La diversidad es la principal fuerza de la unión porque siempre "se ha nutrido de diferencias, contrastes e incluso tensiones". Y, por último, la conciliación de la legitimidad de los estados democráticos con "la legitimidad de las instituciones supranacionales, que protegen el interés general europeo y defiende el bien común".

El político portugués aprovechó el auditorio del monasterio para lanzar una exhortación: "Si olvidamos de dónde vemos y no luchamos para defender Europa, podemos perderla. Y si nos alejamos de los principios y valores en los que se basa nuestra unión, la realidad se encargará de recordárnolo y ello podría costarnos caro".

LAUDATIO Previamente a las palabras de Barroso, el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en su laudatio del Premio Carlos V, animó a la reflexión sobre Europa y su construcción, en cuya tarea se ha embarcado el galardonado durante la última década. De hecho, a su juicio, el presidente de la Comisión Europea ha ensanchado los límites de la unión hasta los actuales 28 miembros, "ha visto nacer el Tratado de Lisboa, verdadero pacto refundador de la Europa reconciliada tras la caída del Muro y ha afrontado la mayor crisis económica financiera de las últimas décadas reforzando y ampliando la zona euro".

En este sentido, Rajoy echó mano de la historia remontándose a la fundación de la Comunidad Económica Europea, en las que estuvieron ausentes España y Portugal, pero, hace años, los españoles se dotaron de una Constitución, "la de la concordia", para construir "no una democracia y un estado cualquiera, sino un estado miembro de la Unión Europea. Queríamos y queremos embarcarnos en el barco europeo, y participar en su navegación, darle rumbo y sentido, y enfilar a toda máquina hacia la fijación de las reglas de una gobernanza mundial basada en los principios de libertad, justicia, cohesión y solidaridad que son precisamente los principios sobre los que se asienta la Unión Europea".

Por todo ello, el presidente del Gobierno recalcó que José Manuel Durao Barroso ha contribuido a hacer realidad y "ya no hay marcha atrás, lo único que queda es caminar hacia delante".

Por su parte, el primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, acudió a Yuste para arropar a su compatriota, del que resaltó su labor porque "ha sabido identificar el genuino interés europeo" y acentuó su condición de defensor del proyecto europeo.

LAS PERSONAS La entrega del premio comenzó con la intervención del presidente de Extremadura, José Antonio Monago, quien tras lanzar un mensaje de apoyo a la Corona, confesó que, cuando "uno dirige una región, un país o una unión", se sabe que las personas son "más grandes que las ideologías, partidos, territorios y presupuestos".

También subrayó el protagonismo de Extremadura en la Unión Europea como puente entre España y Portugal, y "el espíritu de América, un pueblo único con una identidad propia, que defiende sus derechos históricos con determinación, pero que cumple ejemplarmente con sus obligaciones con el Estado y con Europa". Insistió que la región ha dejado de estar en desarrollo para convertirse en una comunidad emergente. Además, apostilló, que Extremadura había conseguido reunir a las personas "más influyentes y decisivas para el presente y el futuro económico de nuestra economía. No es fácil y sólo es posible en Bruselas, pero el espíritu de Carlos V y la magia de Extremadura lo hace realidad".