Si un antiguo militante, no ya del PP sino de la extinta Alianza Popular, hubiera oído hablar el jueves en el Parlamento extremeño a la portavoz del grupo popular, Francisca Rosa, defendiendo la ley de Igualdad Social de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transgéneros, Transexuales e Intersexuales de Extremadura, probablemente hubiera torcido el gesto hasta adoptar una mueca de incredulidad. Porque apoyar una ley de estas características tiene su aquel para un partido en teoría de derechas, pero defenderla e incluso impulsarla en una Cámara de representación autonómica supone un cambio cuanto menos sorprendente.

Es evidente que lo importante no es quién propone la ley, sino la ley en sí misma, así como el hecho de que se impulse desde Extremadura, un territorio muy rural donde la visibilidad del colectivo gay es aún difícil y complicada. También es importante que cuente con el respaldo de todos los grupos de la Cámara y que haya sido consensuada aceptando las aportaciones de los colectivos implicados, pero habrá que convenir que si un partido se considera progresista se le presuponen este tipo de comportamientos, lo novedoso de lo vivido el jueves en el Parlamento es que al grupo que, en teoría, le cuesta más aceptar los nuevos escenarios de pareja o de familia sea el que, encima, asuma el protagonismo mayor.

Para darse cuenta de la magnitud de lo aprobado habrá que decir que la nueva ley garantiza la financiación pública de la reproducción asistida a lesbianas y bisexuales, así como las operaciones de cambio de sexo, además de la protección ante la denominada "violencia intragénero", entre las parejas del mismo sexo. También crea un protocolo policial ante delitos de odio que se basen en la homofobia y la transfobia y establece un régimen de infracciones y sanciones contra la discriminación sexual que puede ser de hasta 45.000 euros en los casos muy graves.

¿Tanto ha avanzado el PP extremeño hacia el centro? Cabe preguntarse. A la vista de lo acaecido, parece ser que sí. El PP sale a pescar y no anda con remilgos: caladero de votos que ve, caladero que atiende. El viernes había en el Parlamento algunos diputados del PSOE algo molestos con la tajada electoral que aparentemente estaba sacando el PP de esta cuestión. No en vano, los discursos, los gestos desde el hemiciclo al colectivo implicado sentado entre el público, valen un potosí. Electoral sin duda, pero social también.

El PP no quiere ser el partido 'ñoño' de antaño. Monago busca a los suyos, a la derecha de toda la vida, pero es consciente de que sin el resto del espectro político extremeño es imposible ganar unas elecciones. Puede que se le escape el voto por la puerta de atrás buscando refugio en otros partidos de tendencia más conservadora, pero sus estrategas y él mismo saben que supone un mínimo porcentaje comparado con los adeptos captados en el otro bando. En el último congreso regional del partido, el del 2012, se aprobó una ponencia política que apostaba por "escorar el partido hacia el centro izquierda e incluso la izquierda misma", lo que levantó alguna que otra ampolla en su seno. A la vista está que no eran juegos de artificio. Monago igual que hace guiños sacando ahora las ayudas a familias numerosas que previamente retiró, se confiesa favorable a que una mujer libremente pueda abortar; igual que apoya a la red madre y trata de aprobar sin éxito una ley en favor de la mujer embarazada, impulsa otra en favor del colectivo homosexual.

De esta manera, para bien o para mal, rompe los esquemas al resto. Cuando la escena política se mueve por derroteros ideológicos, cada cual tiene su rebaño de votantes que lleva o dispersa a su antojo. Cuando se da un puñetazo en el tablero de juego y uno de los contendientes atraviesa la frontera de la derecha y la izquierda, el resto no sabe muy bien cómo competir más que llamando a su contrincante populista. Puede que el electorado le crea, pero puede que no y encima le robe a su gente.

Nunca el PP jugó a esto de la política con dos barajas, ni nunca el PSOE lo tuvo tan difícil con tantos partidos que acuden a pescar a su feudo. Si el escenario está más que abierto que a nivel nacional, en Extremadura hay factores que, encima, lo complican.