A Juan Celestino Sánchez Nogales, cabo primero del Regimiento Saboya nº 6, natural de Valdebótoa, casado y con dos hijos, se le ponen "los pelos de punta" solo de pensar en el reencuentro con su familia en Extremadura. Está destinado en la posición 9.64, en el sur del Líbano, en plena línea azul , la conflictiva e imaginaria frontera con Israel, donde desempeña fundamentalmente tareas logísticas. Allí lleva tres meses, los mismos que le quedan antes de regresar a España.

Como él, mas de medio millar de militares españoles, 425 de ellos de la Brigada Extremadura XI, 255 nacidos en la región, están atravesando el ecuador de su misión en este país asiático. Allí tratan de hacer cumplir la resolución 1701 de Naciones Unidas, vigilando que se respeta la línea de separación entre ambos países y apoyando a la población y al ejército libanés. "Estar separado de la familia es muy duro. Estoy deseando regresar para abrazarlos y comérmelos a besos", asegura este militar, que cumple su tercera misión de paz con el ejército español. Sin embargo, poco tiene en común esta, matiza, con la primera de ellas, la de hace dos décadas en Bosnia, cuando había que hacer colas para contactar vía telefónica con la familia y el tiempo del que se disponía para hablar con ella era limitado. Esto "no tiene nada que ver. Ahora tenemos internet, skype, whatsapp" y la misión "se hace de otra forma, parece que estás más cerca".

En la 9.64 está también destinada Mercedes Torres, una cabo que lleva once años en el ejército. Esta es su tercera misión. "Cada una de ellas es un mundo", asegura esta emeritense mientras sostiene en brazos a Gorda , uno de los ocho cachorros que el pasado 22 de enero parió la perra que les echa una mano cuando las ovejas de algún pastor se descarrían y se acercan demasiado a la línea azul --pastores y ovejas suelen protagonizar buena parte de los incidentes en esta frontera--. Un día la perra se escapó y regresó preñada. "No podemos quedarnos con ellos y los estamos dando", lamenta.

Bosnia, Irak y dos veces en Líbano. Este es el currículo del montijano Manuel del Viejo. Como la mayor parte del contingente español, él está destinado en la Base Miguel de Cervantes. "Además de la experiencia que las misiones suponen para ti, sabes que tu trabajo sirve de ayuda para la población", explica. Por contra, para el pacense David Mota esta es su primera misión de paz, en la que está desarrollando tareas de transporte y escolta. Asegura que para él estar aquí me "llena como militar". En su caso lo que lleva peor es también la lejanía con la familia, aunque, explica, con su mujer habla "todos los días" y su madre le dice a veces "que la llamo más que cuando estoy en Badajoz".

Misión dentro de la misión

Aquí cada miembro del contingente tiene su propia misión dentro de la misión. Para muchos de ellos el día a día consiste en patrullar la zona o en tomar parte en check points . Las 24 horas hay vehículos de Unifil circulando por las carreteras de la zona. La situación actual es de "calma tensa", sostiene el comandante Fernando Carricondo, lo que puede dar pie, agrega, que los efectivos "tiendan a relajarse. Por eso, continuamente les estamos recordando dónde estamos".

Pero no solo hay que estar alerta fuera de la Base Miguel de Cervantes. La seguridad también es clave dentro de sus instalaciones. Todo su perímetro, de 3,3 kilómetros, está iluminado y cuenta con el sistema Meseins, un sofisticado dispositivo de vigilancia que incorpora sensores y cámaras. El objetivo es detectar cualquier intrusión y reaccionar en el menor tiempo posible. El cabo primero Francisco Fernández Rivera, de Montijo, y Pass , el pastor belga malinois de cuatro años del que es guía, también se encargan de hacer más segura la base. Juntos inspeccionan todos los vehículos civiles que entran a diario en ella para evitar atentados con explosivos. El animal está preparado para detectar siete sustancias diferentes, como la goma 2, la trilita o la pentrita. "Gracias a dios no hemos tenido hasta ahora ningún incidente y espero que terminemos la misión así", afirma. El curso inicial de adiestramiento, que de forma conjunta realizan guía y perro, dura seis meses, pero añade el cabo primero, la formación "no acaba nunca, es hasta la jubilación del perro".

A la unidad de transmisiones de la brigada le corresponde mantener a punto uno de los los aspectos más apreciados por todos los militares desplegados en el sur del Líbano: el de las comunicaciones. La base dispone de un servicio de internet de 35 megas por segundo --simétrico, igual de subida que de bajada.

Las horas de mayor uso, a partir de la diez de la noche y hasta la una de la madrugada (entre nueve y doce hora española). "Es cuando se suele llamar a casa para hablar con la familia o el personal que ha terminado su jornada de trabajo quiere ver el periódico", precisa el teniente Rafael Reche, pacense de adopción (lleva destinado cuatro años en Bótoa). Además, la Base Miguel de Cervantes cuenta con 22 cabinas telefónicas y en las dos posiciones con españoles hay otras ocho --en ambos casos, con algunas de ellas reservadas a serbios o salvadoreños--. Basta marcar el 1 antes del número que corresponda para poder hablar con España. Entre que el número de cabinas es elevado y que se dispone de internet en las losas de alojamiento, los locutorios las colas para llamar han pasado ya a la historia.

La unidad de ingenieros de la base está integrada por tres pelotones y un equipo de máquinas. Este casi medio centenar de efectivos --44 españoles y cinco salvadoreños-- se encargan de "las tareas de fortificación y de rehabilitación de infraestructuras" de la base, explica el capitán Jorge Higueras, que cumple su tercera vez en Marjayoun. Estos días atrás, por ejemplo, procedían a fortificar la sala de operaciones del TOC (Tactical Operations Center) mediante gaviones --contenedores forrados de tela de alta resistencia que contienen cada uno de ellos un metro cúbico de grava--, con el fin de que los mandos no tengan que ser evacuados a un búnker en caso de ataque.

En diciembre pasado, tras una fuerte nevada, los ingenieros también fueron los encargados de despejar las carreteras y echar sal en las vías, para que las patrullas y la comunicación con las diferentes posiciones pudieran seguir desarrollándose con normalidad.

Los cometidos de la unidad de logística van desde el abastecimiento de todo tipo de recursos (agua, equipos, vestuario), hasta el mantenimiento de equipos (talleres de vehículos, por ejemplo), pasando por el el transporte de personas y materiales. También se ocupa de la atención sanitaria. La base cuenta con dos puntos de asistencia médica, uno con personal español y otro chino. El español es un Role 1 (el término Role describe del 1 al 4, de menor a mayor, la capacidad de asistencia sanitaria que posee la instalación). Cuenta con sala de curas, despacho de enfermería y servicio de telemedicina conectado con el Hospital Militar Gómez Ulla, en Madrid. También con todo lo básico para estabilizar a heridos graves. Allí trabaja como sanitaria Sonia Soto, de 29 años y natural de Trujillanos, que decidió cambiar su empleo en una tienda de ropa por el ejército. "El trabajo este me encanta", resalta. Para ella estos tres meses, asegura, "han pasado sin enterarme".