Javier Remedios Lasso se familiarizó de niño con las pinturas de su padre, un empleado de Telefónica aficionado a la creación artística. Cuando creció, estudió Informática en Cáceres, Diseño en Madrid y se fue aficionando al diseño gráfico a medida que paseaba por su ciudad y se fijaba en los carteles, en las vallas, en los logotipos. En 1992 empezó a trabajar con Paco Movilla. Decidieron montar una empresa de publicidad y diseño gráfico en la que hay varios socios y secciones . De una de ellas, Crearte, es director creativo.

Tienen oficina en Málaga y siete empleados en Cáceres. Estima que Cáceres aún no ha entrado en el mundo del diseño. "Pero la causa de que no haya llegado el boom del diseño a Extremadura es que aquí aún no hay empresas grandes". Movilla y Remedios empezaron haciendo cartas para restaurantes como El último café, Alaska o Chiara de Cáceres y Alacena del hotel Río de Badajoz. Eran cartas que a principios de los 90 cambiaban el concepto de carta como una carpeta de plástico donde se introducía cada día una fotocopia.

El diseño urbano es uno de los termómetros que se suelen utilizar para medir la modernidad de las ciudades. ¿Cómo ha ido cambiando este factor en Cáceres?

-- Muy lentamente. Nuestra empresa ha evolucionado porque hemos trabajado con empresas de fuera. A raíz de las cartas de restaurantes extremeños, entramos en contacto con franquicias fuertes de comida rápida. Acabamos haciéndoles cosas a Rodilla en Madrid, a Bocatta World, que luego fue absorbida por Pans & Company, a Burguer King. Incluso colocábamos los rótulos con empresas de Cáceres. También trabajamos para Eroski haciéndoles las campañas de apertura de hipermercados como el de Málaga. Ahí sacamos la idea de hacer productos de región. Los folletos de productos extremeños, castellanos o andaluces de Eroski son también una idea nuestra. Esta empresa ha crecido gracias al trabajo que teníamos fuera.

LA CARTA DE ATRIO

¿Y aquí?

-- En Extremadura trabajábamos con las constructoras y con las instituciones. Es que no hay más. Ahora los restaurantes ya se sacan ellos sus propias cartas en sus ordenadores. Vuelven al pasado, a poner las fotocopias en el plástico con un poco más de cuidado visual, pero no está coordinado, nadie lo ha elegido. Haces un diseño y se aprovecha luego. Porque en el campo del diseño gráfico se ha avanzado menos en los derechos de autor que con las fotografías. Haces un logotipo, lo vendes por 100.000 y lo usan toda la vida, lo ves en vallas, en autobuses... En Cáceres hemos hecho la última carta de vinos de Atrio, que es un libro donde aparece el famoso vino que bebía Napoleón, el Chateau D´Yquem Premier Grand Cru Classé Superieur de 1806 que cuesta la botella 100.000 euros y es de la denominación de origen Sauternes de Burdeos. Les hemos hecho también la página web y la carta. En Extremadura trabajamos con empresas constructoras de Badajoz, grupos de vinos y bodegas de Almendralejo, con Caja Rural. También hemos hecho varias campañas políticas en Málaga. En televisión hemos hecho anuncios del último festival de Mérida, de riesgos laborales, etcétera.

¿Por qué no se desarrolla el diseño en Cáceres?

-- Por lo que hemos dicho antes de que no hay empresas y porque la gente es muy pausada y arriesga poco en temas de imagen. La gente en Cáceres es muy parada. La entrada de las franquicias ha obligado a los dueños de las tiendas locales a buscar una imagen de marca, que el papel sea distinto y los carteles tengan una identidad corporativa.

¿Las instituciones?

-- La Junta tiene una manual de identidad corporativa muy viejo y no lo llevan a rajatabla. Ahora se está intentando que sea más riguroso. Es importante que el impacto visual sea siempre el mismo. Unas buenas oficinas, unas tarjetas con la imagen corporativa, una carta que te llega, un buen rótulo potencian la imagen de una empresa, te llevan a pensar que esa empresa funciona bien.