Qué balance se puede hacer de esta primera década del GIT?

--Muy positivo. Es el catalizador de una energía que estaba en la sociedad y que no encontraba una vía de salida. Si de algo nos sentimos orgullosos es de que ahora las relaciones con Portugal no son sólo una actividad de la administración, sino que ha alcanzado plenamente a la sociedad civil extremeña desde todos los puntos de vista.

¿Cómo han evolucionado en este tiempo las relaciones con Portugal?

--Han cambiado mucho. Tradicionalmente Portugal era para los extremeños un lugar al que se iba a comprar toallas y comer marisco y sólo en determinadas zonas muy pegadas a la frontera; hoy ésa es una visión muy superada del país vecino y el interés por Portugal alcanza a toda la geografía extremeña. Ha habido un cambio sustancial, casi podríamos hablar de una pequeña revolución social y no ha sido un proceso que se haya dado en toda España. Hay dos regiones que tienen una relación especial con Portugal porque han trabajado en ello, Extremadura y Galicia, y estamos muy por encima de otras regiones fronterizas.

¿Cuáles son las principales perspectivas que tiene el GIT cara al futuro?

--Vamos a retomar con mayor energía el trabajo de frontera, porque hasta ahora estábamos trabajando con Portugal en general por los problemas en las comisiones regionales lusas. Y tenemos que seguir transmitiendo que el mundo no se acaba en esta frontera, empieza en ella.