Cuando empezaron a salir a la luz los primeros datos de violencia machista, el foco se puso en mujeres de entre 50 y 60 años. Procedían de una época franquista en la que la sociedad no condenaba los malos tratos y miraba hacia otro lado. Pero muchas se armaron de valor para ponerle nombre a la situación que sufrieron durante años. A veces décadas. Ahora, sin embargo, en pleno siglo XXI, una de las cifras que más pone en alerta son los casos en menores de edad (de entre 14 y 17 años). El mito del amor romántico y la interpretación de los celos enfermizos como una prueba de entrega absoluta (actitudes normalizadas en muchas series y programas de televisión) o el control constante a través del teléfono móvil o las redes sociales alimentan relaciones tóxicas que, en demasiadas ocasiones, son la antelasa a la violencia machista. Así explica la directora del Instituto de la Mujer en Extremadura (Imex), Elisa Barrientos, una de las realidades que muestra el último estudio del INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre esta materia. En Extremadura en 2016 había ya 15 menores con una orden de protección por sufrir malos tratos directos por parte de su pareja o expareja.

La cifra supone un incremento con respecto a años anteriores, puesto que en 2008 había contabilizadas cinco y en 2015 eran diez. «El hecho de que suban las denuncias por violencia machista es un dato que siempre vemos en positivo, porque significa que hay más mujeres y familiares que dan el paso, pero que crezca el número de menores también implica que hay un problema serio de base en las nuevas generaciones», subraya Barrientos.

TRES CONDENADOS / Otro dato alarmante es que, en muchas ocasiones, los maltratadores tampoco han cumplido los 18 años. De hecho, durante 2016 hubo tres chicos menores condenadados con sentencia firme en Extremadura por alguna infracción penal. Las más repetidas, según recoge esta estadística, son lesiones, torturas, amenazas y, con menor frecuencia, el quebrantamiento de condena.

La directora del Imex recuerda que existe una red de oficinas de igualdad con la que, por ejemplo, colegios e institutos se ponen en contacto cuando se detectan indicios. A través de las mismas se potencia que los menores tomen conciencia de qué supone tener una relación sana para que aprendan a localizar señales de violencia machista. «El objetivo es que puedan evitarlas y también denunciarlas, que sepan que pueden actuar». La intención es similar a la que se pretende con la figura del alumno mediador en los centros educativos para frenar el acoso escolar. «Ellos son los que nos ayudan a saber qué ocurre en las redes sociales, donde muchas veces se inicia y multiplica el problema».

744 órdenes en total / El dato de las menores es, no obstante, un mínimo porcentaje de la cifra completa, aunque no por ello deja de ser significativo, puesto que, sobre todo en esa franja de edad, la realidad que se denuncia y condena es solamente la punta del iceberg.

El informe del INE refleja que en Extremadura, en 2016, había activas 744 órdenes de protección (supone un aumento del 5,4% respecto a 2015); más de la mitad en el tramo de edad comprendido entre los 25 y los 44 años.

La estadística también dice que la mayoría de las víctimas han nacido en España y que casi en el 50% de los casos, el agresor era la pareja en ese momento.

Pero tal y como no se cansan de lamentar desde la asociación Malvaluna (con sede en Mérida), «lo importante no es quién recibe protección, sino quien la necesita y no la tiene por desconocimiento o porque no se la han concedido». En este sentido, las cifras de 2015 del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad reflejan que sólo una de cada cuatro mujeres que denunció por malos tratos acabó recibiendo una orden de protección.

Desde Extremadura se sigue pidiendo que el esperado Pacto de Estado, que no termina de arrancar, destine recursos suficientes -financión- para paliar una lacra social que hace mella desde la adolescencia.