Emma Suárez aterriza en el Festival de Teatro Clásico de Mérida para convertirse en el poeta que narra el mito de Proserpina bajo la dirección de Robert Wilson.

--¿Tenía mono de teatro?

--No exactamente mono, porque si lo hubiera tenido también hubiera hecho otras cosas de teatro, pero estaba esperando a sentir el proyecto en el que me apetecía participar y a mí me gusta combinar los tres medios, el cine, el teatro y la televisión. La verdad es que desde que empecé lo he ido haciendo así. Cuando llevo un tiempo haciendo cine, me canso y necesito hacer teatro. He participado en Las criadas , luego he hecho una película, una serie de televisión y ahora vengo a Mérida como a una escapada.

--Ser una actriz tan conocida en España y trabajar con Robert Wilson hará que todos estén aún más pendientes de usted. ¿Es eso una responsabilidad añadida?

--Yo trato de no sentirme traicionada por ese tipo de cosas. Uno no puede vivir sometido a la presión de lo que es importante y lo que no. En esta obra y en todas, la responsabilidad es la misma para todos. Este espectáculo se presenta como un trabajo coral, no un monólogo. Yo necesito sentir que colaboro con más gente, si no me sentiría muy sola y es posible que me dedicara a otra cosa.

--¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Wilson?

--Muy inquietante. Ha sido una aventura y me ha otorgado la posibilidad de descubrir otra forma de trabajo, otra dimensión. No tiene nada que ver con lo que yo había hecho antes y creo que es muy interesante para un actor participar en proyectos diferentes. Yo soy una persona bastante curiosa y me gusta hacer cosas distintas, si no, me aburro. El trabajar con Wilson me ha dado la oportunidad de descubrir a un hombre con una sensibilidad extraordinaria. Creo que es alguien muy especial, que hace un tipo de teatro muy distinto.

--¿Le ha costado mucho ejecutar los complicados juegos de voces que incluye su papel?

--Lo difícil es quitarse el miedo y coger un poco de seguridad y confianza en uno mismo; entonces todo fluye. El (Wilson) me marcó unas pautas en Berlín para trabajar y me he dejado llevar. Pensé en trabajar con un profesor de voz, pero entré en contacto con una actriz que había trabajado con Wilson y me dijo que no me preocupase, que él es un genio y sabe lo que hace. Además, el teatro romano de Mérida es un lugar maravilloso para trabajar con la voz.

--Actores como Héctor Alterio y Encarna Paso han confesado sentirse desprotegidos en un escenario como este.

--Desde el momento en que me doy cuenta de que estoy participando en un montaje que es completamente distinto a lo que he hecho antes, todo eso forma parte de romper los esquemas. El no tener laterales, el tener un espacio abierto, el trabajar con bailarines, el tener una música constante... todo eso pertenece al proceso de creatividad que he ido descubriendo.

--¿Qué fue lo que le atrajo de este proyecto?

--El primer día que me llamaron para participar pedí un texto y ese texto no existía, con lo cual he depositado mi confianza plena en lo que iba a hacer. Soy consciente de que Wilson es un director de mucho prestigio, pero no estoy en este montaje por eso, sino porque vi un montaje suyo y me quedé fascinada. Pensé que este hombre es capaz de sorprender y de crear de una forma totalmente nueva. Si no me hubiera seducido el proyecto no estaría aquí porque necesito creer en lo que hago, si no me siento totalmente ridícula.

--¿Qué sintió la primera vez que subió al escenario del teatro romano a actuar?

--Es una sensación muy especial, muy mágica. La verdad es que es un espacio enorme, pero a mí no me hace sentirme fuerte. Estoy en contacto con la piedra, el espacio abierto, y tengo la noche, las estrellas... y eso me hace sentirme importante.

--Siempre se dice que los mitos grecolatinos siguen siendo actuales. ¿Eso ocurre también con Proserpina?

--Se trata de un mito maravilloso y está de total actualidad. Es la historia de alguien que no termina de estar del todo en ningún lado.