Empalarse a partir de la medianoche del Jueves Santo en Valverde de la Vera, "es algo indescriptible", que se lleva dentro, basado en una promesa o manda, "que no se puede desvelar". Así lo asegura Francisco García, momentos antes de que el experto comience a empalarle en el garaje de la casa de su padre. La liturgia se repite entre los más de treinta penitentes que recorrieron anoche las calles valverdanas, bajo la mirada de miles de visitantes que abarrotaban las calles y plazas, dando vida a la conmovedora fiesta de Los Empalaos.

Francisco García aseguró sentirse "tranquilo", después de haber estado trabajando durante toda la mañana como albañil. EL PERIODICO EXTREMADURA pasó las horas previas al inicio del desfile con Francisco y su hermano, Juan Pedro. El primero salió a la calle vestido de empalao a la 01.30 de la madruga, ya que considera que "es la mejor hora", porque los turistas comienzan a retirarse a los establecimientos donde pernoctan y el número de penitentes es menor, lo que permite caminar con mayor soltura. Juan Pedro García, tomó anoche el relevo de su hermano una hora más tarde.

Entre los que más veces se han empalao está Antonio Gudiel, residente en Francia, que vino a Valverde desde el país galo en 27 ocasiones para cumplir dos mandas, que hizo en otras tantas etapas de su vida.

Antonio Gudiel también aseguró que se trata de "una penitencia muy dura".

Decir que los habitantes de Valverde llevan muy adentro el rito de Los Empalaos, no es nada nuevo. Como muestra valga el ejemplo de Juan Carlos Cordobés, que ha participado en el vía crucis seis veces, y ahora tiene como recuerdo un tatuaje en el omóplato izquierdo.

Un año más el ir y venir de empalaos , descalzos, con una cuerda liada al cuerpo y un madero sobre los hombros, acompañados de nazarenas con una cruz a cuestas, se prolongó durante toda la madrugada última, mientras turistas y curiosos se agolpaban para ver a los penitentes. Aparcar, era poco menos que un milagro.