Es domingo... Un domingo de finales de verano. Es temprano y las calles de Villafranca de los Barros están desiertas. En una casa blanca, en un patio fresco, escuchando música barroca, Francisco Espinosa apura los últimos días de descanso... ¿Descanso? Cada día, al amanecer, este investigador extremeño, experto en la historia de la II República, la guerra civil y la posguerra, deja su pueblo natal y recorre registros y archivos buscando datos para sus trabajos.

Francisco Espinosa es el primer historiador que utilizó el término desaparecidos para referirse a los muertos durante la represión franquista. Su último libro, La columna de la muerte , editado por Crítica , se ha convertido en una obra de referencia que ya va por la tercera edición. Cuenta el avance del ejército de Franco por Extremadura durante el verano de 1936 y detalla las consecuencias represivas de la maniobra.

Su libro es un hito más en la nueva visión histórica de la guerra civil.

-- Hasta los años 70-80, la historia de ese periodo la hacían los militares, los policías, los curas y los guardias civiles. Si querías saber sobre la guerrilla, tenías que recurrir obligatoriamente al libro de Aguado, un guardia civil que había tenido acceso a los archivos del cuerpo y que no ponía la procedencia de los documentos. Después estaba la historia de los militares del Servicio Histórico Militar como Martínez Bande o los hermanos Salas Larrazábal con su historia sesgada y tendenciosa en la que nunca te podías fiar de si estaban recogiendo bien los documentos. El coronel Martínez Bande reproduce las instrucciones que recibe la columna de Yagüe en su marcha sobre Madrid, pero elimina una frase fundamental donde se ordena que hay que entrar en Badajoz antes de seguir hacia Madrid. La había eliminado porque le interesaba decir que había que llegar cuanto antes a Madrid. Después aparece Ricardo de la Cierva, que se hace dueño del tema, saca lo que quiere de los archivos y hasta hace poco ha estado publicando fascículos con sus historias. Ahora ha venido a sustituirle Pío Moa. En ese ambiente surgen dos investigaciones punteras: una de Francisco Moreno Gómez sobre la guerra civil en la provincia de Córdoba, donde se utiliza por primera vez la historia oral y se abre la posibilidad de que la represión se estudie en los registros civiles, y otro sobre la represión en la comarca catalana del Maresme.

CONTROL DEL OPUS

Paco Moreno es profesor de instituto, los investigadores catalanes trabajan en un museo, usted está fuera de los ámbitos universitarios... ¿Cuál es la relación de la universidad con estas nuevas investigaciones?

-- Mis primeros trabajos no los aceptaron en la Universidad de Sevilla. Eran departamentos de Historia controlados por el Opus y cuyos profesores no explicaban la guerra civil ni la II República. En la Universidad de Extremadura nos tratan como si fuéramos intrusos. Para ellos no existimos. Este verano se ha celebrado en el norte de Cáceres un curso de verano sobre la guerra y la posguerra en Extremadura y ni han contado conmigo ni con Paco Moreno, cuyo libro sobre la guerrilla toca Badajoz. Es porque no somos universitarios, no pertenecemos a ese mundillo. Sin embargo, tras mi libro La justicia de Queipo de Llano , Josep Fontana, profesor emérito de la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona y director del Instituto de Historia Universitaria Vicens Vives, me invitó a dar unas conferencias en los cursos de tercer ciclo. En una de esas visitas a Barcelona surgió la posibilidad de escribir un libro con los profesores Julián Casanova, de la Universidad de Barcelona, y Conchita Mir, de la de Lérida, que publicó la editorial Crítica y se tituló Morir, matar, sobrevivir . Después, la misma editorial me planteó publicar el libro sobre Badajoz.

Resulta llamativo que Crítica publique un libro como ´La columna de la muerte´, que parece de historia local.

-- El tema de Badajoz en la guerra civil supera lo local. Me comprometí a no superar las 400 páginas, pero acabaron siendo 560. Lleva tres ediciones y unos 10.000 ejemplares vendidos.

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