A los 17 años se fue de Cáceres a Gijón. Lo había fichado el Sporting y comenzaba una andadura de tres lustros que llevó a Javier Sánchez Franco desde la cacereña plaza de Gante, donde nació, hasta las estrellas: campeonatos del mundo, de España, de Europa... Ahora se retira como jugador. Deja la práctica profesional del fútbol sala y se dedicará a su trabajo en la empresa privada y a su familia. Es un buen momento para hacer balance sosegado de 15 años intensos en lo más alto.

Primera etapa: Gijón y es usted casi un niño.

-- Me viene todo muy deprisa. Sin darme cuenta me veo en una ciudad diferente a Cáceres por todo. Un año más tarde decido volver para seguir mis estudios. Juego aquí a fútbol sala y después, a los 22, decido irme a Castellón a jugar en el Playas.

¿Cómo vive ese desarraigo?

-- Mi familia, mis padres, mis hermanos han sido siempre muy importantes para mí, sabía que los tenía a mi lado en los momentos difíciles. Y naturalmente, mi mujer...

Su esposa es de Cáceres, se han casado hace tres años, son novios desde la adolescencia... Parece imposible tanta perseverancia sentimental en medio de la vorágine del fútbol, del éxito, de la fama...

-- Yo siempre digo que nací con novia. Hemos sido novios durante 15 años y afortunadamente esta relación ha podido sobrevivir a la distancia. Ella se llama Isabel Calleja. Aún no tenemos hijos. Es muy difícil ese tipo de relación y no sé si seríamos capaces de volver a pasar por eso. Mi vida frenética no nos ayudaba a que nuestra relación fuese como nosotros hubiésemos querido. Suena un poco cursi, pero nuestro amor superó la distancia. Siempre hemos creído que éramos el uno para el otro la persona que queríamos tener a nuestro lado y hemos luchado para conseguirlo. En ese tira y afloja a ver quién cedía más ella ha cedido más que yo y eso he de agradecérselo a mi mujer. Al fin y al cabo, estamos viviendo en Castellón y no en Cáceres.

RESPIRAR CACEREÑISMO

¿No se plantean regresar?

-- Llevo muchos años fuera de Cáceres, pero respiro cacereñismo por todos los poros y la percepción de casa la relaciono siempre con Cáceres, pero las circunstancias de la vida nos deparan estas situaciones y hoy por hoy, mi futuro pasa por Castellón.

Hay un estereotipo del deportista de hace años que no se expresaba muy bien, que no estudiaba. Ahora todo ha cambiado o al menos, eso parece.

-- Pertenezco a una generación para la que estudiar era muy importante. Nuestros padres nos decían que estudiásemos una carrera y aprendiésemos un idioma y no nos faltaría trabajo nunca. Si hubiéramos sabido antes lo que nos iba a suceder, nos habríamos hecho carpinteros o electricistas y ahora estaríamos viviendo divinamente, aunque trabajando mucho. En el mundo del fútbol sala, al ser un deporte más minoritario, sí era más común encontrar a gente de mi generación que compaginaba los estudios y el deporte. Hoy ha vuelto a complicarse mucho la cosa porque se ha profesionalizado el fútbol sala y eso lleva a una dedicación exclusiva que hace casi imposible compatibilizar el deporte con el estudio.

Repasemos su trayectoria en el fútbol sala.

-- Llegué a Cáceres y Fermín Naranjo se puso muy pesado para que jugara con el equipo de EL PERIODICO EXTREMADURA. Jugué allí dos años en Primera B y dos en División de Honor. Después di el salto al Playas de Castellón. Paso a tener un contrato profesional. Estando en Cáceres ya había debutado con la selección española. Lo probé, me encantó y aquello fue como una droga. Yo quería seguir y seguir.

Se va, deja la familia, la novia...

-- Cada persona debe buscar su camino y yo he procurado marcármelo siempre. Yo jugaba a fútbol sala, pero eso no acababa de llenarme y tenía que hacer algo más porque si no, me asfixiaba. Enseguida me fui a Zaragoza para seguir estudiando y al regresar a Castellón, pedí trabajo para poder completar mi formación.

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