Un auténtico infierno donde tener que prostituirse es el menor de los males. Así describen la situación quienes han visto cómo funciona desde dentro un club de carreteras donde cada fin de semana acuden numerosos clientes. Si la cifra aproximada que se baraja en Extremadura es que unas 2.000 mujeres sufren la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, la mayoría de ellas, unas 1.500 -sobre todo rumanas y brasileñas de entre 18 y 35 años-, están encerradas en estos clubs que también funcionan en nuestra comunidad (aunque algunos han cerrado, existen más de 40, repartidos casi a partes iguales entre las dos provincias).

Las intervenciones que ha llevado a cabo durante los últimos años la policía evidencian que en estos locales también hay menores de edad que son igualmente esclavizadas.

En ellos viven una media de entre 8 y 15 chicas de lunes a jueves, pero los fines de semana, cuando aumenta la demanda, puede haber hasta 20.

Hay jornadas nocturnas de hasta 15 ‘pases’, como los llaman, pero el miedo a las palizas y, sobre todo, la amenaza de la deuda, es lo más cruel. Ellas le deben una alta suma de dinero a la mafia por haberlas traído hasta allí, aunque hayan llegado engañadas. Esa deuda se convierte en una pescadilla que se muerde la cola y se hace eterna porque las mujeres han de pagar por absolutamente todo dentro del club, lo que supone una media de 50 euros al día. Se les cobra por dormir, por comer, por ir a la peluquería, por ir al gimnasio... Porque estos servicios existen en estos locales y ellas han de usarlos.

Y no solo eso. También tienen que pagar multas por cada regla que infrinjan: si bajan tarde al salón, si no quieren atender a un cliente (porque hay algunos que se niega a usar preservativo), si están con la regla y no quieren trabajar... Es la realidad que existe detrás de lo que algunos consideran una opción de ocio más. R.S.R.