«No sé si nos hemos pasado pidiendo agua». A José Mayoral no le falta la ironía a pesar de que buena parte del trabajo que ha realizado en las últimas semanas ha consistido en cuantificar daños en sus cultivos, tramitar papeleo con las aseguradoras y volver a empezar. Este vecino de Santa Amalia que gestiona una explotación familiar de unas 500 hectáreas ha perdido en dos ocasiones una de sus plantaciones de tomate en el último mes y ha sufrido daños en otras de las que tiene entre Santa Amalia, Valdetorres y Medellín. Los efectos de distintas tormentas de granizo se han extendido por 90 de sus hectáreas. «Menos mal que está todo asegurado y que con el seguro podremos cubrir los gastos. Pero este año las ganancias van a ser más bien pocas», explica sobre las consecuencias para la campaña en curso.

Peor es la situación para Manuel González; no solo porque no había asegurado nada de las 13 hectáreas de terreno (principalmente viñas, pero también algo de olivo) dañadas por una granizada hace dos semanas, sino porque siete de esas hectáreas han quedado completamente arrasadas y en dos de ellas iba a recolectar por primera vez tras varios años de cuidados. «Eso es lo que más me duele. Lo perdido, perdido está, pero llevamos cuatro años trabajando con ilusión, vas viendo como crecen, que este año ya podríamos recoger uva en esa zona. Y en cuatro o cinco minutos se me ha ido por completo todo», explica apesadumbrado este agricultor de 29 años de la zona de Tierra de Barros.

Viñas, tomate, ciruelas... cultivos importantes para la región y que generan miles de jornales se han visto dañados por las condiciones climatológicas de los últimos meses. En unos casos por la prolongación del invierno y en todos, por el agua que ha caído desde finales del mes de febrero y especialmente por el granizo de las últimas semanas, que ha aniquilado explotaciones y ha dañado plantas durante años. «Es como si a una persona le hubieran dado una paliza. Ahora hay que curar los golpes» compara el viticultor.

29 millones

El informe preliminar de daños de la Junta de Extremadura cifra en 29 millones de euros el impacto de estas tormentas, que han afectado a 21.000 hectáreas de 32 localidades a falta de contabilizar los daños del último episodio el pasado fin de semana. Los efectos de estas tormentas harán mella también en el empleo y la primera estimación cifra en 600.000 los jornales que se perderán en la agroindustria este año.

Solo en el caso de la campaña de recogida de la fruta se prevé perder una cuarta parte de los jornales asociados a ella. Esta campaña genera en torno a 6 millones de peonadas, de las que se cree que este año no se darán más de 4,5 millones, siempre que la situación comience a estabilizarse ya. De hecho los primeros efectos de la climatología en los contratos de la campaña de la fruta ya se están notando en el sector de la ciruela, donde algunas de las tareas que se deberían estar llevando a cabo en las explotaciones en estos momentos como el aclaramiento (eliminar parte del fruto para garantizar que el restante crece con fuerza) no se están realizando por la cantidad de fruto que ha perdido por la climatología. La ciruela es la fruta de hueso estrella de la región (es el principal productor de Europa) pero este año será un mal año.

«No es solo el fruto que se ha perdido por las tormentas, sino que hay una parte que no ha llegado a salir porque las flores se cayeron antes de que fueran polinizadas», explica Miguel Ángel Gómez, gerente de la Asociación de Productores de Fruta de Hueso de Extremadura (Afruex). Se estima que la producción de ciruela se situará en 66.493 toneladas, la mitad de las 120.000 que se han llegado a producir.

«Si se mantienen las condiciones y no pasa nada más, sí que será una buena campaña en cuanto a los precios, porque el mercado no va a estar saturado», apunta Gómez.

Las tormentas son habituales en mayo, pero nada como lo sucedido este año, según recuerdan los propios agricultores consultados: nubes que arrasan a su paso explotaciones por completo.

Lo nunca visto

«En 70 años que tengo nunca he vivido una primavera como esta. He visto tormentas de granizo en mayo, que te dañaban una parte de la explotación, pero no cultivos por completo como ahora», cuenta Mayoral. Pero este año comenzó con falta de agua que retrasó la plantación del tomate y ha continuado con las tormentas que le han aniquilado en dos ocasiones una misma explotación de principio a fin, además de causar daños en otras.

La primera fue a finales del mes de abril. Esa se llevó por delante unas 20 hectáreas del cultivo de tomate entre Medellín y Santa Amalia. «Intenté salvar algo, pero la aseguradora me dijo que había que levantar toda la plantación por completo». Así que retiró todas las plantas, volvió a barbechar y plantó de nuevo tomates. Y al cuarto de hora de terminar y llamar al seguro para que hicieran el recuento, otra tormenta causó nuevos daños.

A esos se unen los de otro terreno, también con tomate, que ahora prevé sembrar de maíz para sacarle algo de rendimiento al terreno, unas 40 hectáreas que ya estaban bastante crecidas. A estas alturas de la temporada es difícil encontrar plantones de tomate para una superficie tan amplia y además corre el riesgo de que su producción de tomate allí se solape con otras y no pueda colocarla en las fábricas. La alternativa para no dejar en blanco el año es plantar maíz «y sacar algo si podemos», dice.

Las organiazciones agrarias Apag-Asaja y UPA-UCE han pedido esta semana medidas compensatorias para los agricultores por los daños y a ellas se une también Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura cuyos técnicos están aún evaluando los daños sobre el terreno. «Las peritaciones han alcanzado ya el 70% y se estima que en la próxima semana se pueda alcanzar el 100%», indica Jesús González, técnico de Seguros que resalta que el sistema de seguros agrarios «está trabajando de forma rápida para dar una respuesta».

Las opas echan también números desde hace días. Según la evaluación de los técnicos de UPA-UCE, los distintos episodios de lluvia, viento y granizo han dañado 2.875 hectáreas, principalmente en la zona de Tierra de Barros; 4.200 de tomate en Vegas Altas; 8.800 de frutales, básicamente en la zona de las Vegas Altas y Bajas; 10.000 de cereal; 4.000 de pradera, unas 300 de olivar, y un centenar de cultivos como pimiento y tabaco, estos últimos en la zonas del Alagón. «Ahora habrá que ver si hay más pérdidas lo largo de la campaña por las infecciones que pueden afectar las plantas dañadas», recuerda Ignacio Huertas, secretario general de UPA-UCE.

Por su parte el dirigente de Apag-Asaja, Juan Metidieri, apela «a la coordinación de la Delegación del Gobierno y la Junta de Extremadura para que haya una respuesta rápida a los afectados» e insiste en una de las medidas que pusieron sobre la mesa en el Consejo Asesor Agrario de Extremadura para facilitar créditos blandos a los agricultores asegurados más afectados por el granizo. «Pero no hay disposición», lamenta.

Mientras tanto, Manuel González centra en estos días sus esfuerzos en curar las heridas del granizo que cubrió 20 centímetros de sus viñas. Calcula que las pérdidas ya pueden rondar los 12.000 euros y habrá que sumar los próximos tratamientos. «El problema no es este año, sino que hasta dentro de dos o tres no se habrá recuperado por completo la planta y no habrá un volumen normal de fruto. El granizo le ha dado una gran paliza», reconoce González. Y en estas circunstancias no se puede descuidar su mantenimiento sino más bien al contrario, con los costes que eso conlleva

«Este es un año desastroso», dice Mayoral; y todo ello, con un incremento de costes de «alrededor del 30%», según calcula, principalmente por las tareas para levantar y replantar las producciones perdidas.