Antonio Espadero tenía "una asignatura pendiente" que decidió afrontar en cuanto accedió a la jubilación: participar en un voluntariado. Por eso fue una decisión que meditó bien hasta que decidió acceder al de la Asociación Española contra el Cáncer, (AECC) con la que colabora desde hace un año en la atención a familiares y enfermos.

"Es muy gratificante sentirte válido, y es una experiencia que te llena", explica a modo de balance de su primer año en la asociación. Se decantó por ella porque pasó buena parte de su vida laboral --30 de los casi 40 años-- trabajando como visitador médico "de ahí que me atrajeran las asociaciones de atención a enfermos y esta en especial por la función que desempeñamos los voluntarios".

Antes de acceder a ayudar se especializó en un curso como Voluntario Asistencial de Cuidados Paliativos, aunque atiende a enfermos en diferentes fases durante cuatro horas a la semana. Tanto en el caso de los enfermos como en el de los familiares, en unos casos necesitan apoyo psicológico, otros alguien que que les escuche "o simplemente que les hagan compañía o que recen con ellos", explica.

"Para mí el paciente es lo más importante, y la asistencia a la familia es una forma de atender al paciente", explica sobre su labor. Normalmente atiende a los enfermos en el Hospital San Pedro de Alcántara, aprovechando los días que acuden a los ciclos "pero si es necesario voy a su casa", apostilla.

"No fui consciente de la importancia del voluntariado hasta que un enfermo al que acompañé en el momento del diagnóstico me agradeció, tiempo después, el apoyo de ese día", recuerda. "Lo que hace falta es más voluntarios", reivindica.