"Es vital transmitir un mensaje de esperanza a los enfermos y a la sociedad, las cosas ya no son como antes y ahora la esperanza de vida es muy alta". Quien dice esto es María, una placentina de 43 años que contrajo el sida por transmisión sexual. Su marido era seropositivo. Pero, además, a María le ha tocado convivir de cerca con las consecuencias más negativas de esta enfermedad: su marido murió y, cuando ella sólo tenía los anticuerpos, su hermana también falleció por la misma causa con sólo 31 años.

"Cuando murió mi hermana, en 1991, no había nada de nada, no existían medicinas, no había antirretrovirales... y la gente se moría, pero ahora las cosas son distintas, con un buen tratamiento y cuidándote un poco se puede llevar la enfermedad como cualquier otra", asegura María, que a pesar de contagiarse hace 19 años no desarrolló la enfermedad hasta hace diez.

Durante este tiempo la forma de tratar y entender el problema del sida ha evolucionado junto a los avances médicos. "La gente antes te miraba de otra forma, pero ahora ya no tienen tantos reparos, normalmente te suelen tratar como a uno más", sostiene María, que asegura que ella, en los primeros años, tampoco fue consciente de todo lo que suponía la enfermedad, pasando por un periodo de baja autoestima a un momento "en el que lo tengo todo asumido y me encuentro bien".

El cambio ha sido radical. "Me siento bien, feliz y llena de vida. Todos los días me miro al espejo y me veo guapa. Sólo hay que aprender a vivir con la enfermedad, porque se puede llevar una vida digna con un tratamiento y cuidándose. Hoy en día hay mucha esperanza", sostiene María.