No hay solución a la phytophthora cinnamomi, ni se espera al menos para dentro de cinco a ocho años, el tiempo que se estima que tardarán en conocerse los resultados de la investigación que está llevando a cabo un grupo de trabajo coordinado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente en el que participa el Grupo de Investigación Forestal de la Uex en Plasencia.

«Se espera que en ese plazo podamos tener algún genotipo más tolerante de lo que hay ahora», explica Alejandro Solla Hach, investigador de la Uex en el proyecto. Para ello se ha llevado a cabo una selección de ejemplares en Extremadura con una muestra de 3.000 bellotas a las que se ha inoculado el patógeno de la seca para plantarlos en un vivero de Tragsa en Orense. Estos ejemplares, que se volverán a inocular después, serán los que luego se utilizarán para repoblar la dehesa y que se propaguen, para comprobar así si pueden plantar cara al avance de la enfermedad.

«El proceso no es fácil porque la enfermedad es muy compleja», advierte Solla. Tal es así, que el objetivo de este trabajo no es acabar con ella sino lograr encinas y alcornoques más resistentes a la infección.

Otros grupos de investigación, algunos de Cicytex, han estudiando también otras líneas para hallar compuestos que mermen la capacidad mortífera del patógeno, aunque por el momento no hay tampoco solución.

Mientras tanto se estima que los 5.000 focos (cada uno de al menos una hectárea) detectados hace cuatro años se pueden haber multiplicado ya por tres, sin que se pueda hacer nada aún por detener el avance del problema, que además tiene en el ganado a un aliado letal, porque trasporta de un sitio a otro al patógeno favoreciendo su propagación. Y sin una solución, la dehesa, el ibérico y el corcho pueden estar sentenciados. R. Cantero