El día que este texto aparece publicado en este periódico, el escritor inglés Ian McEwan clausura en Bruselas el Festival Passa Porta de Literatura. La librería Passa Porta empezó a funcionar en octubre de 2004 con vocación internacional e intención de ser un lugar de encuentro de los amantes de la literatura y de los autores literarios. Ahora no sólo es la casa internacional de las literaturas en Bruselas, sino una referencia fundamental de la cultura en Bélgica. Estos días, la librería celebra su décimo aniversario con la quinta edición del Festival Passa Porta, que es bienal y que actualmente se ha convertido en uno de los festivales literarios más grandes y apreciados de Europa.

En esta quinta edición, el encargado de la inauguración fue Le Clézio , el autor de los libros sencillos y las verdades complejas, el escritor que reside oficialmente en Alburquerque, Nuevo Méjico, muy cerca de Río Grande y no lejos de la frontera mejicana, pero que en realidad nunca se sabe muy bien dónde está; porque él, como la mayor parte de sus personajes, es un nómada, y también como ellos, muchas veces, a su pesar. Uno tiene la impresión de que los personajes de Le Clézio siempre están buscando, siempre huyendo, a veces, incluso, de su propio desarraigo. A ellos y a él, les salva la literatura. ¿Y entonces? ¿Puede la literatura salvar al mundo?

Esa es precisamente la pregunta que con motivo del Festival Passa Porta le planteó el periódico Le Soir a las escritoras Nathalie Skowronek y Annelies Beck , una valona, la otra flamenca, las dos belgas y ninguna traducida al castellano. Y de esa conversación tomé algunas notas que comparto con ustedes: La literatura nos confronta con nuestra propia complejidad, con la ambivalencia de las cosas; la literatura es una suma de individualidades que nos ofrece un espejo al mundo, que nos regala palabras y nos permite vivir vidas que no son la nuestra. La literatura es un medio que nos ayuda a comprender un poco mejor el mundo, sí, pero también que nos ayuda a calmarnos, a meditar; es un contacto muy íntimo con libros muy íntimos que nos plantea más preguntas que certezas, etcétera. Todo esto son cosas que se han dicho muchas veces, cosas más que sabidas y que, sin embargo, se nos olvidan con frecuencia. Si la literatura no puede cambiar al mundo, al menos puede cambiar a los lectores.

De ese encuentro también saqué la conclusión de que ningún libro es inocente y de que sólo se puede hablar de literatura cuando hay alguna forma de compromiso. Y esto lo pongo en relación con una cita de nuestro paisano Javier Cercas que está colgada precisamente en la librería Passa Porta. Cualquiera puede leerla cuando entra por una de sus puertas: "La verdadera literatura es un pasaporte entre individuos y culturas; pero para que ese pasaporte tenga validez, para que gracias a él podamos cruzar las fronteras que traza el poder, la verdadera literatura debe ser antes que nada, un discurso rebelde". El viveño universal participó en este mismo festival hace un par de años, y su presencia y sus palabras dieron que pensar. Desde entonces se le nombra y se le cita con relativa frecuen cia y siempre con respeto.

A FIN de cuentas, los festivales literarios son eso, festivales de las palabras, de las ideas, de las confrontaciones, de los debates, de las emociones, de los placeres, de las sonrisas. Como dice el crítico Jean-Claude Vantroyen , durante unos días por todos lados hay reflexión, inteligencia y amor; amor por el oficio que los escritores han abrazado y que les abruma, les desestabiliza, a veces les desanima y siempre les apasiona. Y que también los lectores hemos abrazado, porque también a los lectores nos apasiona, nos despierta, nos enriquece y nos emociona.

Hace unos días se celebró en la plaza de abastos de Plasencia la primera edición de Centrifugados, un encuentro internacional de literatura independiente que organizó Ediciones Liliputienses, esto es, José María Cumbreño , con el respaldo de Juan Ramón Santos y Julio Pérez . Durante un fin de semana, en Plasencia se pudo oír la lucidez de Irene Gruss, Juan Carlos Mestre, Emilio Torné, Pepo Paz, Jordi Doce o Marino González entre otros muchos; se escucharon lecturas poéticas en la librería La Puerta de Tannhäuser, se compraron y vendieron libros, los mezclaron con la tierna infancia, etcétera. De eso se trataba.

Los festivales, está claro, son una oportunidad para el intercambio, el diálogo y el descubrimiento; para el plurilingüismo y el aprecio. Sería ideal que esta primavera de Centrifugados tuviera continuidad en otros años, pero también que se hicieran otros festivales en otros sitios y en otras estaciones, en otoño, por ejemplo, ¿Se imaginan un festival como el Passa Porta en algún lugar de Extremadura? ¿Por qué no? ¿Y si todo fuera cuestión de proponérselo?