Como un día más. El pueblo cacereño de Almaraz vivió el anuncio del cierre de Garoña en 2013, hecho el pasado jueves por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, como cualquier otro municipio del territorio nacional. A juzgar por los testimonios de los vecinos, poco importa que Almaraz y Garoña, separadas por casi 400 kilómetros, compartan el apellido nuclear.

"Lo vas a tener difícil si buscas que alguien aquí te diga algo", anunciaba un jubilado almaraceño. No le faltaba razón. Sentado junto con otros dos paisanos a las puertas del ayuntamiento sus conversaciones distaban mucho de versar sobre el debate nuclear y la decisión del Gobierno. "Aquí no se comenta nada. Eso es una cosa de política y unos dicen una cosa y otros otra. Aquí nos pusieron y esto y punto", sentencia otro compañero de sombra.

Puertas adentro del consistorio la situación se repite. Tres trabajadoras aseguran que el asunto no ha sido tema de conversación entre vecinos, aunque reconocen que Almaraz es un pueblo "pronuclear porque vivimos de ello", justifican. Por tanto, no comparten la decisión del próximo cierre de la planta de Burgos, pero aseguran "que eso no afectará a Almaraz porque la situación es distinta". Los vecinos, que entran y salen de la casa consistorial, muestran una actitud similar: No saben, no contestan. Mientras que en los negocios particulares, no contestan directamente.

Sabina Hernández, alcaldesa del municipio, se muestra mucho más tajante y critica la decisión del Gobierno. "Siempre andan jugando con las ideas de las campañas electorales", afirma la regidora. Su posición de apoyo total a Garoña y al municipio del Valle de Tobalina donde se ubica quedó patente cuando acudió a la concentración de protesta organizada por el comité de empresa de la central cacereña, donde se leyó un comunicado de apoyo del ayuntamiento que iba firmado por ella. Allí, entre 600 trabajadoras y apenas cinco vecinos, se puso una camiseta con el lema de ´Garoña continuidad´.

Muy clara también es la posición de Aniceto González, responsable de Relaciones Institucionales de la Central Nuclear de Almaraz: "Los trabajadores esperábamos que se asumiera el veredicto del Consejo de Seguridad Nuclear. Desde el punto de vista personal no entiendo la postura. Se ha intentado contentar a todos y todos están descontentos", considera.

Por otro lado, un trabajador de explotación (es decir, que pertenece directamente a la planta) considera que la decisión gubernamental "en principio no afecta en nada a Almaraz. De hecho, deja las puertas abiertas para la renovación incluso más allá de su vida de diseño".

Algo más de 60 almaraceños trabajan en la central de forma fija; la cifra aumenta considerablemente durante los periodos de recarga. Normalmente, todos los que lo solicitan son contratados para estas situaciones excepcionales que se producen cada 18 meses en cada uno de los reactores, excepto en la última parada cuando, debido a la crisis, se apuntaron más de 600 personas, según datos de la agente de desarrollo local, quien asegura que nunca habían vivido una situación similar. Finalmente se contrataron 480 personas de los municipios situados a menos de 20 kilómetros de la planta.

Tres jóvenes charlan en una calle. No lo hacen sobre Garoña, pero sí de Almaraz. "La gente aquí está a favor porque da mucho trabajo", afirma una chica que explica que trabajó en la central y se sorprendió de la seguridad. "Necesitamos la electricidad de las centrales, con las placas solares no podemos vivir", añade recordando que en Almaraz también hay 20 megavatios fotovoltaicos desde el pasado octubre.

En el bar de la plaza la gente entra y sale. Y el camarero comenta mientras atiende. "Si una cosa está vieja que se quite y se ponga algo nuevo. Eso es ley de vida", explica. ¿Pero tener una central no es beneficioso para su empresa? "También tengo muchos clientes en paro. La gente que trabaja en la central vive en Navalmoral. Si te pones un día a las siete de la mañana en la entrada del pueblo no dejan de pasar coches y menos de un 5% son coches de aquí", contesta.

A pocos metros, en la casa de la Cultura, donde no paran de entrar y salir vecinos, tampoco hay nadie que se pronuncie abiertamente. "Pues no ha preocupado el tema de Garoña. Yo lo vi ayer en la tele y ya", arranca una mujer que no quiere que salga su nombre, como todos sus vecinos. "¿Garoña? Pues no se dice nada. Quizás es que somos egoístas y hasta que no nos toque...".