Por un lado, el negocio, la diversión y el ruido. Por otro, el descanso y la salud. Bares versus vecinos, o al revés, una confrontación que sigue abierta y con grietas y que tiene detrás la realidad que experimentan los centros históricos de las ciudades: cada vez menos habitantes mientras los locales de ocio ganan terreno. «Si viviera más gente en el casco antiguo, abrirían más tiendas de barrio, porque serían demandadas», reflexiona José María Iglesias, uno de los portavoces de la Plataforma Extremeña contra el Ruido.

Decenas de bares del centro de Badajoz, de la calle Pizarro de Cáceres (en Mérida y Plasencia no ha habido pronunciamiento) y de Navalmoral de la Mata han firmado ya un código ético para intentar de alguna manera sellar cierta paz con los vecinos. Se trata de una serie de medidas planteadas por la Confederación de Empresarios de Turismo de Extremadura (Cetex). La rúbrica de este manifiesto significa comprometerse a, por ejemplo, aminorar la algarabía que se forma en la puerta de los bares cuando los clientes salen, para lo cual se prohibirá el trasvase de bebidas a vasos de plástico; o cerrar el local a la hora estipulada. «Básicamente no saltarse la ley, que es lo que deberían hacer, entonces no habría ningún tipo de problema», subraya José María Iglesias. «Porque quien incumplía y ahora firma este código, lo que está es reconociendo que lo hacía. ¿Quién va a vigilar que no siga ocurriendo? Parece más bien un lavado de cara», remacha.

La Plataforma Extremeña contra el Ruido está formada por la asociación Espantaperros de Badajoz, Cacereños contra el ruido, Intramuros de Plasencia, Plataforma contra el ruido de Valdepasillas (Badajoz) y Afectados por el ruido C/ José Ramón Mélida (Mérida). Su objetivo principal es evidenciar que el no descansar es un problema serio de salud y atenta contra un derecho constitucional. «Es que cabe la posibilidad de insonorizar los locales, pero supone una inversión económica que no se está dispuesto a asumir. O también evitar que los clientes salgan a la puerta con la copa en la mano, porque está prohibido beber en la calle».

Iglesias, no obstante, confía en que la firma de ese código pueda suponer acercar posturas y lograr un equilibrio. Pero reitera que acatar la normativa sería el paso adecuado.

Los empresarios de la hostelería alegan que el sector crea un alto número de empleos en la región y que el ocio nocturno supone, en general, una aportación del 4% al PIB. Por ello dejan claro que la pretensión es conciliar sus intereses con la paz y la tranquilidad de los vecinos.

La basura

Otro problema, la suciedad. El código ético firmado implica que «bajo ningún concepto se depositarán residuos en la vía pública siempre que existan contenedores». Y aquí piden la colaboración de los ayuntamientos para que se adapten los servicios y los horarios de recogida de basuras para ayudar igualmente al descanso de los residentes en las zonas donde la contaminación acústica es más elevada.

Pero esos mismos consistorios a los que se les pide colaboración, recuerda el portavoz de la Plataforma Extremeña contra el Ruido, son los que mantienen ordenanzas municipales que, «como es el caso de Badajoz, prohíben beber en la calle, una práctica que sigue ocurriendo en algunos bares del casco antiguo pacense».

El intento de acercar posturas, teniendo claro los intereses de cada parte, está sobre la mesa. Los hosteleros del ocio nocturno quieren defender sus negocios; los vecinos, que el griterío no les provoque insomnio. Y los clientes, que no acabe la diversión.