La Asociación Unificada de la Guardia Civil (Augc), que integra a la mitad de los agentes de la región, ha puesto en marcha una campaña de movilizaciones ante la pasividad que, según ellos, está demostrando el Gobierno central. En este sentido, el secretario de Comunicación de Augc Badajoz, Francisco Ortiz, recordó que con la victoria de Zapatero hace casi un año se abrieron "nuevas expectativas" que "el PSOE ha defraudado".

Ante esta situación los guardias civiles "no aguantan más, están hartos", por lo que han elaborado un listado con veinte reivindaciones, cuya presentación al Gobierno central se acompañará con el inicio de medidas de protesta que en una primera fase se prolongarán hasta el 30 de mayo. Agustín Pereira, secretario de Comunicación de Augc Cáceres, reconoció que aún no se han definido cuáles serán estas medidas de presión, aunque dejó claro que "llegado el momento los agentes no nos vamos a echar atrás". Es decir, que en último extremo, y tras años en los que han sido sus familias las que han dado la cara ante la opinión pública, los guardias civiles extremeños están dispuestos "a echarse a la calle".

Sus peticiones se dividen en tres grandes bloques, como son la reforma del cuerpo, su dignificación y un conjunto de mejoras profesionales. Lo primero y más importante, explican, es la urgente "desmilitarización" de la Guardia Civil. Esto implicaría, entre otras cosas, que el director general de la Benemérita fuera un civil y que no se aplicase a los agentes el código militar, que castiga con penas de prisión casos que en circunstancias normales no pasan de ser faltas administrativas.

Esto debería ir acompañado de la homologación salarial con otros cuerpos policiales --cobran cada mes 540 euros menos que sus compañeros de las policías autonómicas y algunas locales--; una coordinación real con la Policía Nacional; y que la organización dependiese únicamente del Ministerio del Interior (actualmente también depende del Ministerio de Defensa).

Por lo que se refiere a los problemas concretos de Extremadura, Pereira resaltó "el estado penoso y desastroso" de las casas cuartel de la región. Un ejemplo claro es, según él, la casa cuartel de Garrovilla, donde "se están cayendo las paredes" y es habitual la presencia de ratas. A esto se suma una preocupante falta de personal --hay más de 300 vacantes sin cubrir-- e incluso de medios materiales --"hay compañeros que se han tenido que comprar su propio chaleco antibalas"--.