«Más que hablar de agricultura hay que hacerlo de política. Hasta que nuestro Gobierno no se ponga las pilas y diga: ‘Esto no es un ataque contra la aceituna del norte de Cáceres o la de Sevilla, es contra la Unión Europea’, no se solucionará el problema. Buscaremos alternativas, otros mercados, se perderá dinero y habrá que pedir ayuda al Estado, pero donde se tiene que arreglar esto es en Bruselas, porque es política pura». Así lo resume el portavoz de la organización agraria UPA-UCE en Extremadura, Antonio Prieto, tras la confirmación por parte de EEUU de que sigue adelante con la imposición de aranceles a la aceituna de mesa española. La Administración de Donald Trump considera que es competencia desleal porque se trata de un producto subvencionado que se vende por debajo del precio de mercado y que perjudica a su propio negocio, localizado principalmente en California.

El próximo 24 de julio la Comisión de Comercio Internacional dará la respuesta definitiva. Si como ya se ha adelantado, es afirmativa, supondrá subir de un gravamen del 21,60 al 34,75%, lo que significará que las exportaciones sean inasumibles.

Los efectos en la región

¿Qué supondrá para Extremadura? Si España es líder de la UE en producción de aceitunas, la comunidad representa el 21% del montante total (en torno a unas 110.000 toneladas, depende de cada año). Y la exportación regional al país norteamericano ronda el 4%, lo que implicaría pérdidas de unos 3 millones de euros. «Pero ese no es realmente el problema, porque no es nuestro mercado. La verdadera preocupación es que para Andalucía (que copa el 71% de la producción española) EEUU sí es un gran negocio, y si tiene que dejar de exportar allí, se va a venir a los mismos países en que ya estamos nosotros, por lo que se van a saturar», explica el portavoz de UPA-UCE.

Efectivamente, los 500 millones de kilos de cada campaña a nivel nacional han de buscar urgentemente otra vía de salida si los norteamericanos dejan de consumir olivas españolas.

Extremadura envía entre el 50 y el 60% de su cosecha a Rusia y los países del Este. «Si se ponen nuevos aranceles, habrá que buscar nuevos mercados: China, Japón...».

Y aunque en principio la guerra abierta es contra la aceituna negra (en la región es sobre todo la variedad de manzanilla cacereña la que se hace a negra), afecta a toda la producción. Porque si hay que cambiar el negocio, habría entonces exceso de aceituna verde o de aceite. En definitiva, capitalismo y globalización en estado puro.

Más consecuencias

Pero hay más consecuencias. No es solo que los aranceles se imponen por un periodo de cinco años prorrogables por cinco más y van a suponer la pérdida del mercado estadounidense; el trasfondo es que se ha puesto en cuestión el modelo de ayudas de la Política Agraria Comunitaria (PAC) al acusar de una competencia desleal (el llamado dumping en términos comerciales) con subvenciones. Se crea un precedente para todos los productos agrícolas que salen de la UE.

Ante este realidad, la Asociación de Exportadores e Industriales de Aceitunas de Mesa (Asemesa) ya ha anunciado que recurrirá las resoluciones y ha pedido a la Comisión Europa que haga lo propio ante la Organización Mundial del Comercio.

Desde Andalucía se exige una respuesta institucional frente a lo que se considera un «injustificado ataque».

Y desde Extremadura, organizaciones como UPA-UCE reclaman medidas compensatorias para los olivareros ante la crisis que, si no se evita, está por llegar.

«Lo que pedimos es que se permita la apertura de nuevos mercados para poder recolocar nuestras producciones. Lo que necesitamos son soluciones políticas», incide Antonio Prieto.